domingo, 31 de marzo de 2013

10 consejos para escribir, por Esther Freud (Traducción)


1 Quita las metáforas y las comparaciones. En mi primer libro me prometí que no usaría ninguna y metí la pata durante un atardecer en el capítulo 11. Todavía me sonrojo cuando lo encuentro.

2 Una historia necesita ritmo. Léela en alto para ti mismo. Si no transmite un poco de magia, le falta algo.

3 Corregir lo es todo. Corta hasta que no puedas cortar más. Lo que queda suele florecer a la vida.

4 Encuentra tu mejor momento del día para escribir y escribe. No dejes que nada más interfiera. Más tarde no te importará que la cocina esté hecha un asco.

5 No esperes a la inspiración. La disciplina es la clave.

6 Confía en tu lector. No todo necesita ser explicado. Si de verdad sabes algo y le infundes vida, ellos lo sabrán también.

7 Nunca lo olvides, incluso tus propias reglas están ahí para ser saltadas.

viernes, 29 de marzo de 2013

Waiting for Lefty (1935), de Clifford Odets [7 de 50]

Esta entrada es parte de mi reto de Leer 50 libros en 2013


Origen: lectura académica.

Esta fugaz obra teatral presenta varias escenas personales en torno a la reunión de un sindicato de taxistas que están esperando a su principal líder, Lefty, para decidir si hacen huelga o no.

La versión que he leído no tiene portada, así que he elegido esta imagen para la reseña por entender que representa bastante bien lo que transmite esta obra: aúna el sentimiento comunista (de ahí el puño en alto, el saludo comunista) con el patriotismo americano. Me ha parecido una obra muy funcional, en el sentido de que se nota que el autor buscaba transmitir un mensaje político-social muy claro y directo a su público, haciéndole casi protagonista de la historia (los personajes de la obra se dirigen a las personas del público como si éstos fueran los sindicalistas, y de entre el público salen voces que interactúan con la acción del escenario). En ese sentido se podría considerar literatura menor y casi deleznable (si, como suele ser costumbre, no somos amigos de las moralejas - y menos las explícitas). Pero la descripción de las situaciones que llevan a lanzar este mensaje justifican mucho el hecho de que dicho mensaje esté ahí. Es decir, se puede justificar el valor literario del texto ajenamente a su -obvia- función adoctrinante. ¿Por qué? Pues esencialmente porque tiene personajes tristemente universales, trabajadores hasta la extenuación y casi esclavos en un sistema en el que parece abundar la riqueza (pero que queda concentrada entre unos pocos). Y por esto mismo la obra no ha perdido sentido en nuestra sociedad ochenta años después de ser escrita, y con toda seguridad, por triste que sea, no lo habrá perdido dentro de cien años tampoco.

Los protagonistas, que son prácticamente corales, evidencian las fuertes desigualdades que tienen que afrontar frente a otras personas más agraciadas por el sistema, a pesar de trabajar a destajo. Estas situaciones se enfatizan con sus dramas personales: una familia que no se puede mantener, una relación amorosa frustrada, una gran carrera profesional truncada, etc. Durante el transcurso de la obra se presencia cómo los trabajadores, pese a que temen perder su trabajo por hacer huelga, se van convenciendo de que su situación ya es desesperada y apenas tienen nada que perder, por lo que es preferible arriesgar su vida peleando por conseguir algo que continuar malviviendo.

El título, a mi parecer, tiene cierta retranca. Desde el principio del libro parece que no se puede hacer nada sin la presencia del tal Lefty, pero con el final se nota que el mensaje que el autor quiere lanzar es el de que no hace falta esperar a Lefty, ni a nada ni a nadie; hay que despertar, ser conscientes de nuestra situación y afrontarla luchando por mejorarla.

Intenta ser, en definitiva, un revulsivo a la apatía y al temor a quejarse y querer cambiar las cosas para mejor.

Lo mejor: refleja realidades atemporales de trabajadores explotados y la corrupción del poder.
Lo peor: es conscientemente tan directo que parece un panfleto político.

Nota: la traducción española creo que se llama Esperando al Zurdo.

miércoles, 27 de marzo de 2013

RETO: Espiral de relatos


Es una larga historia. Pero cuál no lo es. Si acortamos las historias es por necesidad, amenidad y compasión. Porque si quisiéramos remontarnos a los orígenes, regodearnos en los hechos y explayarnos en las consecuencias, cualquier historia podría ser interminable. Los orígenes más claros de lo que quiero hablar ahora están resumidos en el penúltimo párrafo de esta entrada: Los ecos silentes. Pero voy al tema, y como estoy ilusionado con el proyecto, me voy a permitir algún atrevimiento con el diseño de esta entrada. Ahí va:

PARA SITUAR
Como menciono en el enlace de arriba, una serie de circunstancias han terminado en un proyecto/reto literario entre Mario Larrá y el aquí escribiente, al que se ha unido además Abel Núñez, fichaje que añade mucho caché a la mezcla. [Voy a rebajar el nivel de atrevimiento...].

EL RETO
Muy sencillo, en realidad: se trata de escribir relatos inspirados en uno anterior. Uno escribe un relato. El siguiente lo lee y extrae algo -lo que sea- de dicho relato para escribir un relato diferente. Y así sucesivamente. Hasta que la muerte (o el hastío) nos separe. [Creo que esto ha sido más atrevido].

La PeRiOdIcIdAd
Un relato a la semana. Cada uno de nosotros tiene una semana para escribir su relato. La semana siguiente al anterior, básicamente. Y dejo de insistir porque no hay más que decir. [Ya paro con los atrevimientos. Que vienen los autores y ahí estoy yo].

LOS AUTORES
¿Quiénes somos? Pues unos joviales jovenzuelos amantes de la escritura siempre y cuando no haya que, efectivamente, escribir. Dada esta paradójica situación, sólo un reto como este puede obligarnos (un poco, porque no dejaremos de ser los mismos golfos) a ejercer este molesto placer. Menos concretamente, somos:
  • Mario Larrá. Escribe como habla. Es un mentiroso. Sentencioso. Disperso. Macarra suave. Poeta involuntario. Podéis haceros una idea de lo curioso que escribe en su blog: El detective de la triste figura. Además allí es donde subirá sus relatos.
  • Abel Núñez. Mordaz. Gordo. Sucinto. Surmano. No he catado suficiente material suyo para poder definir cómo escribe, pero una vez cayeron en mis manos una serie de minirelatos suyos sobre mujeres que me parecieron exquisitos. En su día fue anfitrión de un Guateque de gordas, y he oído que planea usar el mismo chalé para contarnos sus nuevas fiestas. 
  • Samuel Pérez. Elegante. Fino. Esmerado. Guapo. Agudo. Delirante. Da la feliz casualidad de que también soy yo. En realidad me han llamado pedante, pesado y retorcido, entre otros piropos. Escribo sobre todo en este blog que probablemente todavía no conoces: Cuentos para descontar.
EL INICIO
Mario Larrá ha dado el escopetazo de salida con su primer relato, Un evangelizador de ballenas, poniendo el listón bien alto desde el principio (hay un listón porque en el fondo de todo esto habrá pique, por lo menos por mi parte, que no lo puedo evitar). Tanto me gustó este relato que para venderlo escribí este elogio:
Este relato es TREMENDO, y las mayúsculas son justificadas. Tiene un estilo único -muy característico de la propia voz de Mario Larrá-, un tono muy fresco, y a la par mantiene cierta tensión melancólica. No sé hasta qué punto cuenta hechos reales o ficticios, pero se nota el poso de una verdad (más allá de la veracidad de los hechos), y eso ya es muy considerable. Además, el final es un remate exquisito que engrandece todo el cuadro. Creo que Mario ha conseguido transformar una anécdota en buena literatura. Casi nada. En definitiva, me deshago en halagos porque me ha maravillado.
¿Y ESTO CÓMO SIGUE?
Ahora es mi turno de continuar, presentando esta semana una nueva historia basada en algo (¡algo!) del relato mencionado. Y después le tocará a Abel. Y luego a Mario. Y de nuevo a mí. Y a Abel. Y vuelta a empezar. Y así hasta el infinito: Mario, Samuel, Abel, Mario, Samuel, Abel, Mario, Samuel, Abel, Mario, ... Lo que no se sabe es cómo ni dónde termina. Que sea lejos y con vosotros, amados lectorcetes.

domingo, 24 de marzo de 2013

10 consejos para escribir, por Jonathan Franzer (Traducción)



1 El lector es un amigo, no un adversario, no un espectador.

2 La ficción que no es la aventura personal de un autor en lo aterrador o lo desconocido no merece la pena ser escrita por nada salvo dinero.

3 Nunca emplees la palabra "luego" como una conjunción, para eso tenemos "y". Sustituir por "luego" es la des-solución vaga o de mal oído al problema de demasiadas "íes" en la página.  

4 Escribe en tercera persona salvo si una voz realmente distintiva en primera persona se ofrece irresistiblemente.

5 Cuando la información se vuelve gratis y universalmente accesible, una voluminosa investigación para una novela se devalúa con ello.

6 La ficción más puramente autobiográfica requiere pura invención. Nadie ha escrito jamás una historia más autobiográfica que "La metamorfosis".

7 Ves más sentado quieto que persiguiendo.

8 Es dudoso que alguien con una conexión a Internet en su espacio de trabajo esté escribiendo buena ficción.

9 Los verbos interesantes rara vez son muy interesantes.

10 Tienes que amar antes de poder ser implacable.

viernes, 22 de marzo de 2013

Los ecos silentes

Cuadro de Juan Genovés

Para simplificar los procesos comunicativos me gusta imaginar la respuesta a un determinado estímulo (por ejemplo, como es el caso aquí, a una lectura) como un eco. El eco es una reverberación deformada de nuestras palabras. Nos sirve para escucharnos a nosotros mismos. Nos hace darnos cuenta de que existimos (porque sí, algunos idiotas aún no tenemos claro si existimos). Y nos hace conscientes de estar en un lugar físico, donde nuestras palabras han rebotado.

Peeero en el mundo virtual la física no es especialmente agradecida. Tampoco en el mundo editorial (que es la contrapartida analógica de lo anterior), y pese a todo tengo ese deseo romántico y quizás estúpido de ponerle cara (y expresiones) a los asépticos números de posibles lectores. Sin embargo, volviendo a los ecos a los que me refería hace un momento, estos no son planos y sin vida como los que escupen los muros. De hecho, este tipo de ecos ni siquiera suelen sonar, no se concretan en una expresión audible, a diferencia de sus compañeros acústicos. Pero son mucho más ricos. Tienen relieve. Porque estos ecos son producidos por personas, y no solamente hacia fuera, sino también hacia dentro, haciendo vibrar ciertos resortes misteriosos que los seres humanos tenemos pero sólo intuimos.

Y bastante es ya que estas reflexiones, mayoritariamente autótrofas o literatófagas, tienen algo de repercusión. Porque el grueso de mis textos aquí no son de contenido externo a mí, sino reflexiones más o menos propias e indagadoras, sin respuestas claras, de carices ambiguos y desde luego siempre enfocadas de forma muy personal. Aunque esto, por otra parte, podría ser un pro, si estamos de acuerdo en que el artista es más universal cuando más íntimo es, como dice el pintor Juan Genovés.

Ahora permitid que me eche un autocumplido con sorna: soy un divagador excelente. Me he marcado tres párrafos decentes para poder introducir lo que venía a decir desde el principio. Todos esos ecos silenciosos pueden llegar a ser frustrantes, y aunque el silencio también es de agradecer, a veces uno no puede dejar de despotricar un poco sin ton ni son contra todo; quizás especialmente contra este formato mismo, tan lleno de posibilidades que si no las cubre todas parece volverse un despropósito. Porque me ocurre que por mucho que regente un blog, este formato me desagrada, de alguna forma que ni sé definir.

Por suerte, he entendido la existencia de esos ecos silenciosos mucho mejor debido a un par de ecos audiblesRaúl Urbina respondió a mi "Griterío" con una reflexión sobre las razones para hacer lo que hacemos (escribir, esencialmente, por encima del formato y la repercusión). Y de alguna forma estas dos entradas inspiraron también a Mario Larrá para retomar no sólo su blog, sino la escritura misma, que había dejado de lado durante un tiempo (y su reactivación tuvo su reflejo en el blog de Raúl Urbina también). De esta forma, una humilde bola de nieve ha ido crecido un poquito de pronto hasta desembocar en un nuevo proyecto creativo que Mario Larrá ya ha comenzado y que Abel Núñez y yo mismo proseguiremos como un reto literario próximamente. Pero eso ya lo explicaré.

Lo que me ilusiona ahora es haber recordado que, aunque sean mudos e invisibles, hay seres pensantes que pululan por estos lugares. Quizás recibiendo más de lo que nunca sabré imaginar.

miércoles, 20 de marzo de 2013

10 consejos para escribir, por Richard Ford (Traducción)


1 Cásate con alguien que ames y que le parezca buena idea que seas un escritor.

2 No tengas hijos.

3 No leas tus críticas.

4 No escribas críticas (Tu juicio será siempre sesgado).

5 No tengas discusiones con tu mujer por la mañana, ni tarde por la noche.

6 No bebas y escribas al mismo tiempo.

7 No escribas cartas al director. (A nadie le importa).

8 No le desees mal a tus compañeros.

9 Intenta pensar en la buena suerte de otros como un estímulo para ti.

10 No te comas ni una mierda si lo puedes evitar.

domingo, 17 de marzo de 2013

Griterío

A estas alturas, mantener un blog (o sea, BLOG, que mira cómo suena; y no es que españolizándolo en BITÁCORA consiga perder el óxido, como mucho le resta olor a rancio y lo perfuma de pedancia), mantener un blog, decía, que no se lee es una puta mierda. Con perdón. Perdón, no por la palabrota, sino por esos pobres blogueros (fíjate, suena peor que obreros) dedicados con fruición a su aislado reducto de nula repercusión. Y que sí, que tiene su poesía, su belleza ideal lo de mantenerse a contra-corriente y a-pesar-de-todo con la esperanza de que la perseverancia traerá grandes recompensas. Pero huele a pufete. Otra cosa que huele a pufete son los ñordos. Qué mal, ¿no?

Pero calla, que aquí está la risa. Que yo soy uno de esos idiotas incombustibles. A veces ardo, pero en general resucito si se me espera lo suficiente. Y miro al blog, a la bitácora, al tablón de escritos y pienso puf, qué pereza, tengo que pinchar algo nuevo para que la gente lo ignore. Qué viejo me siento sobre este caballo viejo. Pero vuelvo a cabalgar, porque me gustan los caballos aunque sean viejos a morir (estos son los más baratos), y aunque cuesten más que una moto y se cansen antes que una bici. Al caballo viejo lo puedes maltratar que no se queja. Una moto está buscando por dónde romperse. Venga, ¡a montar el caballo viejo, aunque esté muerto, el caballo zombi; que hay que aprender a montar, y hay que ser poeta, y ostiarse a cada rato, y volver a montar este caballo absurdo! ¡Con pasión! ¡Con desgana! ¡A tropezones! ¡Con ceguera fingida! ¡Con amor irónico!

miércoles, 6 de marzo de 2013

Mis 9+1 entradas favoritas. (Tiempo para dar o tomar)

Lee y verás cuánto peco de literal en la foto de acompañamiento
He roto mi propio reto, que consistía en mantener una periodicidad de una nueva entrada cada dos días. Por suerte, puedo justificarlo por razones mayores (y mejores) que la mera desidia. Una serie de circunstancias parecen haberme dado un empujón firme y continuado en los últimos días, como si estuviera atrapado en una corriente de agua, impidiendo que pudiera dedicarle tiempo y atención a mis inquietudes sobre la escritura. Durante un par de semanas he parado de dar guerra. Este minúsculo píxel ha dejado de aportar lo que le corresponde dentro del cuadro de superlativa resolución que es el mundo virtual. Y aunque sea insignificante, un píxel muerto siempre cabrea (sobre todo si aparece en la despampanante cámara réflex que  te compraste y cuya garantía acaba de expirar).

Durante este tiempo, ya que no doy ni la lata, me he podido dedicar con más esparcimiento a recibir. ¿Recibir qué? Un poco de todo. Muchas clases, cierta experiencia, otros tantos nuevos conocidos. Y sobre todo, volver a cogerle cierto cariño tonto al día a día. Esto ha influido no sólo en el parón del blog, sino también en el del reto de leer 50 libros en este año, cuya cuenta llevo desde aquí. ¡Llevo con La vida de Pi por lo menos tres semanas! ¡Y no es porque sea difícil de leer! Las lecturas se me acumulan, ya que en la carrera a la que estoy yendo de oyente (Grado de Español) no paran de darnos nuevo material. Estas son algunas de mis próximas lecturas: El nombre de la rosa, de Umberto Eco, La gata sobre el tejado de zinc caliente, de Tennessee Williams, La tregua, de Mario Benedetti.

Así que hoy he decidido ponerme manos a la obra y explicar, cuando menos, mi deshonrosa desaparición. Eso está liquidado en los párrafos superiores. Pero ya que estoy, voy a recordar mis entradas preferidas de la treintena que he conseguido apañar durante este par de meses anteriores. Así tendré más presente el triunfo que hacer esto ha constituido para mí (mientras duró) y recupero, a la par, algunas entradas que ¡eh, no quiero que se pierdan en la inmensidad del olvido! y, quizás, también la motivación para volver a la carga y soltar mis tochos autocomplacientes con público más que VIP.

Estas son, pues, mis favos:
  1. Paranoia polaca al menos una vez en la vida: donde mezclo sueños nocturnos con diurnos, uno de mis hobbies favoritos. (Nota: en realidad no he conocido a ningún polaco en la universidad, al menos este año).
  2. Teoría Particular de Estilística General: aquí me puse literato y atrevido y me inventé una clasificación que nadie había parecido echar en falta hasta el momento. ¡Viva!
  3. La eternidad contenida: tengo comprobado que tiendo a ponerme muy místico, y mítico, y retórico, y metafísico, y apócrifo, y superlatívico, y esdrújulo en este blog, y este pequeño relato es una prueba de ello. Pero es una prueba que me agrada, porque me siento muy identificado con lo que (ave yo) conseguí plasmar en esas líneas.
  4. Gracias por el silencio: esta entrada me hace especial ilusión porque alguien me hizo un comentario sobre ella de viva voz, y considerando la gran falta de comentarios que rige por estos lares, eso cuenta como una millonada de pulgares hacia arriba y sonrisas.
  5. Decálogo de decálogos: aquí no es que haya nada muy mío, pero ¡eh!, me lo curré.
  6. El terror de la confusión entre el recuerdo y el conocimiento: una de las pocas entradas musicales que he hecho, junto con la apología de Fabrizio de André, pero en esta se me va la olla mucho y bien, que es lo que me gusta. Hay que escarbar. Así, a veces se encuentran tesoros.
  7. El "Sentido" y las direcciones: aquí me pongo denso y filosófico y me meto ni más ni menos que a reflexionar sobre el famoso "sentido" de la vida. Una batalla dialéctica imposible.
  8. Palabras muy largas de definir: no me acuerdo, pero creo que iba sobre algo. Sí, definitivamente, iba sobre algo. Espero que el relato no sea demasiado ambiguo, porque en serio, iba sobre algo, sin duda.
  9. Por qué mancharse de escritura: aquí me peleo con otra idea gorda, como la del sentido de la vida o más: por qué escribir lo que escribimos. No sé si llego a dar alguna respuesta satisfactoria, pero seguro que planteo al menos unas cuantas preguntas sugestivas.
Por último, la favorita del público parece ser (según las estadísticas de Blogger) esta:

¿Por dónde cortamos, doctor?: en ella intenté vaticinar con toda exactitud dónde terminaría la película de El hobbit, fracasando, aunque por poco. Creo que la mayoría de los argumentos son buenos, pero me faltaba información más allá del libro para haber dado en el clavo.

Muchas gracias por venir, pasear, leer, ¡valiente! (Comenta si te atreves)