miércoles, 30 de enero de 2013

4 de 50: La biblioteca del náufrago I

Esta entrada es parte de mi reto de Leer 50 libros en 2013

Tiene tapas, tiene páginas, tiene escritores. Es canijo, es un libro-casi-excusa, pero sigue siendo un libro, y por eso cuenta.

Origen: recibido por parte de uno de los organizadores al asistir a la cuarta edición de las conferencias de La biblioteca del náufrago (2009-2010) en Burgos.

Sinópsis/Fin: Para crear este libro se le ha pedido a cinco escritores de Castilla y León que expliquen (con total libertad) qué diez libros se llevarían a una isla desierta. El resultado de esa respuesta sería al mismo tiempo el material de las conferencias y el contenido del libro. ¿El fin? Incentivar la lectura y dar a conocer autores del terruño.

Única observación
En este caso, dado que el libro es más una fuente de múltiples referencias que otra cosa, en lugar de analizar los estilos y contenido de los autores, he decidido detallar una lista de los libros que cada uno selecciona (aunque no sea fácil, ya que más de una vez mencionan otros tantos autores y obras, por no hablar de la selección del último autor, dos de cuyos "libros" no son tales, sino expresiones alegóricas de lo que compone un libro). Aunque, por supuesto, el intríngulis del libro es saborear cómo estos escritores se convierten en libreros de lengua larga para vender los libros que más les han afectado en sus vidas. Sin más dilación...


(La más amena)
  1. La cabeza del cordero, de Francisco Ayala.
  2. El corsario negro, de Emilio Salgari.
  3. Rojo y negro, de Stendhal. 
  4. Los conjurados, Jorge Luis Borges
  5. La Reina de las Nieves, Carmen Martín Gaite.
  6. La vuelta al día en ochenta mundos, Julio Cortázar.
  7. Antología de la poesía erótica española de nuestro tiempo, de Joaquín Caro Romero.
  8. Viajes de Ali Bey, Domingo Badía.
  9. Historia de los griegos, de Indro Montanelli
Y para terminar, una confesión. Si esto fuera algo más que un divertimento; si de verdad alguien me diera la oportunidad de pasar el resto de mi vida en compañía de diez libros... yo le propondría una transacción. "No quiero libros -le diría-. Prefiero un cuaderno y un lápiz para escribir".



(El más espoileador)
  1. André Gidé: El inmoralista.
  2. Cesare Pavese: El hermoso verano.
  3. Julián Ayesta: Helena o el mar del verano.
  4. Edgar Allan Poe: Narración de Arthur Gordon Pym.
  5. Antonio Tabucchi: Sostiene Pereira.
  6. Juan Ramón Jiménez: Diario de un poeta recién casado.
  7. Vladimir Navokov: Risa en la oscuridad.
  8. Pío Baroja: Cuentos.
  9. Mario Vargas Llosa: La tía Julia y el escribidor.
  10. Stefan Zweig: El mundo de ayer.


(El más avaricioso, elige dieciséis)
  1. La Biblia.
  2. Libro del Tao.
  3. Líricos griegos primitivos.
  4. Filósofos presocráticos.
  5. Geórgicas, Virgilio.
  6. Cartas a Lucilio, Séneca.
  7. Divina Comedia, Dante.
  8. Ensayos completos, Montaigne.
  9. La cartuja de Parma, Stendhal.
  10. Los hermanos Karamazov, Dostoievski.
  11. Poesía completa, Antonio Machado.
  12. Poesía Completa, Juan Ramón Jiménez.
  13. Doctor Zivago, Pasternak.
  14. Obra Poética Completa (tomo I), Pablo Neruda.
  15. Poesía Completa, Giorgios Seferis.
  16. Un tomo de la Obra Completa, de C.G.Jung.



(El más pendiente de los autores)
  1. Franz Kafka: La metamorfosis.
  2. Miguel de Cervantes: Don Quijote de la Mancha.
  3. Francis Scott Fitzgerald: El gran Gatsby.
  4. William Shakespeare: Hamlet.
  5. Charles Dickens: Grandes esperanzas.
  6. H.C. Andersen: Cuentos.
  7. Herman Melville: Moby Dick.
  8. Anónimo: El Cantar de los cantares.
  9. Isak Dinesen: Lejos de África.
  10. Emily Dickinson: Poesías.
  11. Carson McCullers: La balada del café triste.



(El más literario/poético)
  1. No especificado (a mí entender, por lo que escribe, considera el primer libro a la vida misma).
  2. Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca.
  3. Canto Espiritual, de San Juan de la Cruz.
  4. El regreso, Antonio Pereira.
  5. Libro de los Reyes, de Rafael Pérez Estrada.
  6. Anábasis, Saint-John Perse.
  7. La visión comunicable, de Moisés Filadelfio Gutiérrez Gutiérrez.
  8. Sublevación inmóvil, de Antonio Gamoneda.
  9. Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes.
  10. No especificado. A mi entender, sería el autor, pero véase la cita:
El décimo y último libro soy yo: me llamo Fedor Dostoievski, me llamo Elizabeth Bishop, me llamo Rainer María Rilke, me llamo Marianne Moore, me llamo Jean Arthur Rimbaud, me llamo Emily Dickinson, me llamo Walt Whitman, me llamo Pier Paolo Pasolini, me llamo Virginia Woolf, la hermana de Shakespeare. En mi pueblo me llaman el hijo del panadero.

lunes, 28 de enero de 2013

El "Sentido" y las distracciones


¿Cuán cínico es considerar todo lo que no tenga un propósito trascendental como inútil, superfluo y tangencial? ¿A qué nos referimos cuando hablamos del Sentido de las cosas? ¿Cuál es el verdadero Sentido de las cosas que hacemos y que nos llenan, y el de la vida? ¿Y en última instancia, pensará alguno, qué importará tal Sentido si estamos satisfechos? ¿Al fin y al cabo, no es esa búsqueda de Sentido una búsqueda de satisfacción? Entonces, si quedamos satisfechos podremos pensar que hemos dado con el Sentido, o al menos que hemos disfrutado de su plenitud por un lapso de tiempo. Sin embargo, creer esto es engañoso. A no ser que por la definición de Sentido se entienda aquello cuya razón de ser es el proporcionar satisfacción. En ese caso todos tenemos la capacidad de encontrar lo que nos sacie, salvo que seamos eternamente insaciables, en cuyo caso lo que nos puede saciar es, pese a no ser saciados con nada, el seguir intentando serlo.

Pero si entendemos el Sentido como una finalidad mayúscula, ¿existe tal cosa? ¿Hasta dónde llegan sus fronteras, si entendemos que puede existir? ¿A qué aspiramos, al fin y al cabo, en nuestras vidas? ¿Ser recordados por la humanidad es un mérito al que merece la pena aspirar? ¿O tal vez es más necesario el comportarse de acuerdo a un código moral autoimpuesto de forma impecable –ser congruente con las coordenadas que uno mismo se estipula? ¿Debemos aspirar a ese Sentido en vida o nos importa también el después de los otros –nunca más nuestro después–, nuestra muerte? ¿Y más allá de nuestras vidas y muertes, se puede encontrar un Sentido? Esta pregunta es la misma, en esencia, que la de ¿existe Dios?; pero formulada ajenamente a la política de las creencias, sino intentando agarrar el corazón que el fruto de la amargura guarda y exponerlo a la luz, descarnado.

Lo más terrible es que, una vez consideradas cuidadosamente las alternativas, no importa la existencia o la inexistencia, el sí o el no, el fin o su ausencia. Al final, a todos los efectos prácticos, todas las posibles respuestas parecen diluirse, inexorablemente, en meras distracciones.

domingo, 27 de enero de 2013

3 de 50: El alma de la papisa, de Pedro González de Viñaspre

Esta entrada es parte de mi reto de Leer 50 libros en 2013


Origen: prestado por mi padre. El autor fue compañero suyo de estudios.
Sinopsis: A raíz de dos intentos de robo aparentemente inconexos, un periodista y un ex profesor universitario se embarcan en una trama de calado histórico en torno al mundo del coleccionismo y los naipes.
Observaciones aleatorias:
Por temática, personajes y estructura recuerda al paradigma de best-seller de investigación DanBrowniano.
—Está ampliamente documentado. Y se nota. 
—Los protagonistas son casi meros espectadores de la trama, y apenas tienen influencia en ella.
—El final, aunque sugestivo (o quizás precisamente por ello), parece precipitado y deja algo insatisfecho (no porque no cierre las tramas o responda a las cuestiones planteadas, sino porque no está, quizá, suficientemente redondeado; es decir, no consigue equilibrar del todo la intensidad de las tensiones acumuladas durante la novela).
—Me gusta el tratamiento imparcial y entremezclado de personajes de muy diversos signos y valores, así como las implicaciones filosóficas que pululan entre líneas (haciéndose más patentes en su recta final) sobre la dualidad razón/fe (o conocimiento/misterio, o ciencia/mística). Pero estos son temas que me interesan mucho, así que quizás su presencia no sea tan pronunciada sino que mi vista interesada los ha hecho resaltar donde tan sólo se insinuaban.
—No me gusta que los personajes, generalmente cultos y otras veces representados como avispados y experimentados (el caso de Matt McGuffin, vigilante y ex policía) se comporten como más tontos de lo que se les supone (en alguna ocasión). Aunque se puede justificar si convenimos que hasta el más agudo no está salvado de comportarse estúpidamente.

Lo mejor: Su función didáctica, sobre todo respecto a la historia de la familia Fournier y de los Visconti-Sforza, su comienzo sugestivo y su esbozo del enfrentamiento entre la razón y la fe.
Lo peor: Su regodeo en la documentación tangencial a la historia, la excesiva simpleza de algunos personajes, y la forma de expresarse (tanto del narrador como de los diálogos), que en ocasiones peca de artificial.

Recomendado especialmente si...
Conoces Vitoria (es el escenario principal de la acción).
Te ves interesado en las vicisitudes e intrigas que se desarrollan en torno a la creación y significación de las cartas y las barajas, especialmente las de Tarot.
Te apasiona la Historia, los museos, la Italia renacentista.

Una cita:
Tantos años proclamando consignas cartesianas, ejerciendo de apóstol de la cordura frente a fanatismos ideológicos, frente a los clérigos del engaño y a los mercachifles de la ciencia ficción, no habían sevido para nada. Sentía que parte de su vida se había esfumado entre sus dedos como desaparece un azucarillo en la leche hirviendo. Era como si tuviera que reescribir toda su historia desde el primer capítulo, como si necesitara reconstruir su novela personal corrigiendo el guión a partir del prólogo.
Nota:
La edición que he leído tenía algunas erratas (pocas), lo que hace pensar que ha faltado una revisión por parte de un corrector (o que si lo ha habido, no ha hecho su trabajo suficientemente bien). Editorial: muy bien por publicar a autores locales emergentes, pero por no cuidar los detalles ¡muy mal!

sábado, 26 de enero de 2013

TRADUCCIÓN: Decálogo de Roddy Doyle



1 No pongas una fotografía de tu autor favorito en tu escritorio, especialmente si el autor es uno de los famosos por cometer suicidio.

2 Sé amable contigo mismo. Llena páginas tan rápido como sea posible; a doble espacio, o cada dos renglones. Considera cada página nueva como un pequeño triunfo –

3 Hasta que llegues a la página 50. Entonces cálmate y empieza a preocuparte por la calidad. Siente ansiedad – en eso consiste el trabajo.

4 Dale un nombre al trabajo lo antes posible. Poséelo, y obsérvalo. Dickens sabía que Casa desolada (Bleak House) se iba a llamar Casa desolada antes de empezar a escribirlo. El resto debió haber sido fácil.

5 Restringe tus búsquedas a unas pocas páginas web al día. Ni te acerques a las casas de apuestas de Internet – salvo si se trata de documentación.

6 Ten un diccionario de sinónimos, pero en el cobertizo al fondo del jardín, o detrás del frigorífico, algún sitio que requiera un viaje o esfuerzo. Lo más probable es que las palabras que te vengan a la cabeza funcionen bien, por ejemplo "caballo", "corrió", "dijo".

7 En alguna ocasión, cae en la tentación. Friega la cocina, tiende la colada. Es documentación.

8 Cambia de idea. Las ideas buenas son aniquiladas por ideas mejores. Estaba trabajando en una novela sobre una banda llamada the Partitions. Entonces decidí llamarles the Commitments.

9 No busques en Internet el libro que aún no has escrito.

10 Dedica algunos minutos al día a trabajar en la biografía de la cubierta – "Divide su tiempo entre Kabul y Tierra del Fuego." Pero después vuelve al trabajo.

[N.d.T.: este decálogo, como los demás traducidos aquí, fue publicado en el periódico The Guardian, que pidió a muchos escritores un decálogo para escribir ficción. [Aquí se pueden consultar en versión original]. Sin embargo, este autor en concreto tiene una cita que ilustra su opinión sobre dar "reglas" para escribir:]
Si los escritores quieren escribir, quieren escribir, y se les debería dejar en paz. No soy ningún mentor y no creo estar haciendo a nadie ningún favor si dijera "Vamos, hazlo de esta forma". Dejaremos la clonación para las ovejas.
Fuente
[CURIOSIDAD TONTA: este autor estuvo dando clases en un colegio llamado Greendale Community, el mismo nombre de la universidad de los personajes de la serie Community]

viernes, 25 de enero de 2013

La vastedad de lo finito


"Esto es el mar", le dije.
Él no dijo nada. Lo escrutó largo rato, concentrado. No quise interrumpir sus pensamientos, y me senté junto a él a esperar. Él se sentó también, sin dejar de mirar las olas ir y venir. Mucho rato después, habló:
–Parece un lago grande.
–Puede parecerlo, pero es mucho más grande que todos los lagos que hayas visto juntos.
De pronto pareció cambiar de parecer:
–Es infinito.
–No, tampoco tanto. No conozco nada que sea infinito.
–¿Las olas nunca paran?
–Nunca. Que yo sepa.
–Para mí es infinito. Es lo más cercano al infinito que he conocido nunca.

miércoles, 23 de enero de 2013

TRADUCCIÓN: Decálogo de Margaret Atwood




1 Lleva un lápiz con el que escribir en los aviones. Los bolis gotean. Pero si el lápiz se rompe, no puedes sacarle punta en el avión, porque no puedes llevar cuchillos contigo. Por tanto: lleva dos lápices.
Si ambos lápices se rompen, puedes hacer un afilado bruto con una lima de uñas de metal o de cristal.
Lleva algo sobre lo que escribir. El papel va bien. En un aprieto, trozos de madera o tu brazo servirán.
4 Si estás usando un ordenador, siempre protege el texto nuevo con un pen drive.
5 Haz ejercicios para la espalda. El dolor distrae.
Mantén la atención del lector. (Es más fácil que esto funcione mejor si puedes mantener la tuya propia.) Pero no sabes quién es el lector, así que es como disparar a los peces con un tirachinas en la oscuridad. Lo que les fascina a unos aburrirá completamente a otros.
Seguramente necesites un diccionario de sinónimos, un libro elemental de gramática y una sujección a la realidad. Esto último significa: nada es gratis. Escribir es trabajo. También es apostar. No necesitas un plan de pensiones. Otra gente te puede ayudar un poco, pero esencialmente estás por tu cuenta. Nadie te obliga a hacerlo: tú lo elegiste, así que no te quejes.
8 Nunca puedes leer tu propio libro con la expectación inocente que tienes con esa primera página deliciosa de un libro nuevo, porque tú la has escrito. Has estado entre bastidores. Has visto cómo los conejos fueron introducidos en el sombrero. Por tanto pregunta a uno o dos amigos lectores para que le echen un vistazo antes de dárselo a nadie del negocio editorial. Este amigo no debe ser alguien con quien tengas una relación romántica, a no ser que quieras romper.
9 No te sientes en mitad de un bosque. Si estás perdido en la trama o bloqueado, desanda lo andado hasta donde te desviaste. Entonces coge otro camino. Y/o cambia la persona. Cambia el tiempo verbal. Cambia la primera página.
10 Rezar puede funcionar. O leer otra cosa. O una visualización constante del Santo Grial, que es la versión acabada y publicada de tu resplandeciente libro.

martes, 22 de enero de 2013

El excesivo


El problema, o lo que distinguía a Raúl, era que se tomaba las cosas muy a pecho, hasta experimentarlas en toda su apoteosis, o exprimirlas hasta el límite de lo excesivo.
Cuando le dijeron que la risa es salud, instaló en su rostro una sonrisa imperecedera que condimentaba frecuente e incesariamente con risas y carcajadas. Era su forma de asegurarse la inmortalidad. Pero su inmortalidad se vio truncada por un inoportuno esguince de mejilla.
Ahora ha descubierto las reglas mnemotécnicas y está empollando todo el saber de la Humanidad en orden cronológico inverso. Se ayuda de gestos, palabras similares, enlaces en la memoria, papelitos por la habitación y otros muchos métodos más. Calcula que, si puede volver a sonreír, en los próximos 300 años llegará al Big Bang.

sábado, 19 de enero de 2013

TRADUCCIÓN: Decálogo de Helen Dunmore


1 Termina la escritura del día cuando todavía quieras seguir.

2 Escucha a lo que has leído. Un ritmo defectuoso en un fragmento de diálogo puede mostrar que todavía no entiendes a los personajes suficientemente bien como para escribir en sus voces.

3 Lee las Cartas de John Keats.

4 Relee, reescribe, relee, reescribe. Si todavía no funciona, tíralo. Sienta bien, y no querrás estar saturado con los cadáveres de poemas e historias que tienen de todo excepto la vida que necesitan.
Aprende poemas de memoria.
6 Únete a organizaciones profesionales que hagan avanzar los derechos colectivos de los autores.
7 Un problema con un trozo de escritura normalmente se clarifica solo si te das un largo paseo.
8 Si temes que cuidar de tus hijos y tu hogar perjudicará tu escritura, piensa en J.G. Ballard(N.d.T.: ni idea de por qué).
9 No te preocupes por la posteridad – como Larkin (nada sentimental) observó: "Lo que nos sobrevivirá es el amor".

jueves, 17 de enero de 2013

2 de 50: Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato

Esta entrada es parte de mi reto de Leer 50 libros en 2013
Yo creo que la verdad es perfecta para las matemáticas, la química, la filosofía, pero no para la vida. En la vida, la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza, cuentan más.
Ernesto Sábato
Uno de los títulos más cool sobre una de las portadas más feas ever
Origen:
Hace varios años ya, hice una búsqueda en Internet sobre las mejores novelas en español. No sé qué listados vi, pero entre todos aquellos títulos, la mayoría archioídos, éste me llamó la atención triplemente: Sobre héroes y tumbas. Por un lado, porque no me sonaba de nada. Segundamente, porque lo vi repetido en más de un listado, lo que confirmaba su mérito. Y en tercer lugar porque el título, cuya importancia me parece esencial, era muy sugerente. Su título ha tenido mucha más influencia en que lo haya leído que el hecho de haberlo encontrado en una lista de "los mejores".

Pasaron algunas semanas, o quizás meses, tras aquella búsqueda meramente informativa. Entonces, un domingo por la mañana, en el mercadillo de antigüedades de Burgos (en la Plaza de España), encontré el libro. Era gordo y feo con ganas, pero por un par de euros se compraba fácilmente.

Observaciones
—551 páginas. Cuánto leo, EH.
—Me costó empezarlo a leer. O mejor dicho, me costó continuarlo. Lo empecé dos veces antes de ponerme con la tercera y definitiva.
—A Ernesto Sábato se le notan las inclinaciones pesimistas marcadas desde una nota previa a la novela.

Observaciones sin listar
Es una novela en la que pasan poquísimas cosas. Por simplificar hasta el extremo, se podría decir que sólo pasa una cosa. Sin embargo, ocurren muchísimas cosas. Pero la importancia de todo lo que ocurre no es la de que ocurra, sino la de poder examinar hasta exhaustación sus implicaciones. En ese sentido, muchas veces el peso filosófico que la guía (existencialista, por cierto), la densifica hasta el punto de hacerla ardua de leer, aún cuando la estemos disfrutando. Como (intentando imitar las lúcidas comparaciones que pueblan la novela) si anduviéramos por molestas arenas movedizas para poder disfrutar de un paisaje cuya belleza admiramos.

A través del personaje principal, Martín, un muchacho desubicado, sensible, callado, que se deja llevar, casi un mero observador de las vicisitudes, se encaran las preocupaciones y devenires de los de aquí y los de allá. Un único elemento que se introduce en su vida, Alejandra (y con ella el amor, claro), da sentido a su ser, aunque es un elemento más envenenado de lo que él quiere admitir.

Ejemplo:
Alejandra, mientras asentía con una sonrisa, le decía a Martín:
—El mundo es una porquería.
Martín reaccionó.
—¡No, Alejandra! ¡En el mundo hay muchas cosas lindas!
Ella lo miró, quizá pensando en su pobreza, en su madre, en su soledad: ¡todavía era capaz de encontrar maravillas en el mundo! Una sonrisa irónica se superpuso a su primera expresión de ternura, haciéndola contraer, como un ácido sobre una piel muy delicada.
—¿Cuáles?
—¡Muchas, Alejandra! —exclamó Martín apretando una mano de ella sobre su pecho—. Esa música... un hombre como Vania... y sobre todo vos, Alejandra... vos...
—Verdaderamente, tendré que pensar que no has sobrepasado la infancia, pedazo de tarado.
Se quedó un momento abstraída, tomó un poco de vodka, y luego agregó:
—Sí, claro, claro que tenés razón. En el mundo hay cosas hermosas... claro que hay...
Y entonces, dándose la vuelta hacia él, con acento amargo agregó:
—Pero yo, Martín, yo soy una basura. ¿Me entendés? No te engañés sobre mí.
Otras cosas
Su tercera parte, llamada Infome sobre ciegos, se separa visiblemente de la narración, tono e incluso personajes principales del resto de la novela y, según he leído, en alguna ocasión se ha llegado a publicar por separado. Incluso Mario Sábato, hijo del autor, hizo una película basada sólo en este fragmento.

Dicha parte la escribe Fernando, padre de Alejandra, que está convencido de que existe una conspiración mundial de los ciegos contra los videntes. Es un texto de una locura lúcida y metódica, en el que se cuestiona el supuesto funcionamiento del mundo y las personas, y en el que hace reflexiones como esta, sobre Dios y la existencia:
Siempre me preocupó el problema del mal, cuando desde chico me ponía al lado de un hormiguero armado de un martillo y empezaba a matar bichos sin ton ni son. [...] Después, me ponía a cavilar sobre el sentido general de la existencia [...]. Así fui elaborando una serie de teorías, pues la idea de que estuviéramos gobernados por un Dios omnipotente, omnisciente y bondadoso me parecía tan contradictoria que ni siquiera creía que se pudiese tomar en serio. Al llegar a la época de la banda de asaltantes había elaborado ya las siguientes posibilidades:
1.º Dios no existe.
2.º Dios existe y es un canalla.
3.º Dios existe, pero a veces duerme: sus pesadillas son nuestra existencia.
4.º Dios existe, pero tiene accesos de locura: esos accesos son nuestra existencia.
5.º Dios no es omnipresente, no puede estar en todas partes. A veces está ausente ¿en otros mundos? ¿En otras cosas?
6.º Dios es un pobre diablo, con un problema demasiado complicado para sus fuerzas. Lucha con la materia como un artista con su obra. Algunas veces, en algún momento logra ser Goya, pero generalmente es un desastre.
7.º Dios fue derrotado antes de la Historia por el Príncipe de las Tinieblas. Y derrotado, convertido en presunto diablo, es doblemente desprestigiado, puesto que se le atribuye este universo calamitoso.
Yo no he inventado todas estas posibilidades, aunque por aquel entonces así lo creía; más tarde, verifiqué que algunas habían constituido tenaces convicciones de los hombres, sobre todo la hipótesis del Demonio triunfante.
Mi pega
Los fragmentos, a veces intercalados, sobre la historia de unos soldados que huyen del enemigo protegiendo el cadáver de su general, se me hicieron especialmente duros (en el sentido de aburridos), aunque mejoran (porque se explican) al final. Y las múltiples alusiones a episodios de la historia argentina, que por mi desconocimiento no he podido entender en absoluto. Porque, a parte de la historia de sus personajes, la novela parece una especie de Forrest Gump de la historia de una generación argentina.

¿Recomendable?
Mucho, sobre todo para quien tenga inquietudes filosóficas y esté interesado en la pregunta sobre el sentido de la vida estando dispuesto a encarar esta monstruosa pregunta con honestidad.

Sin embargo, no creo que sea un libro que recomendaré demasiado en general, ya que para los gustos y las prisas de hoy día, podría ser pesado e incluso aburrido a ratos. Dependerá de la capacidad lectora del receptor de la recomendación. Pero es con toda probabilidad uno de los mejores libros que he leído hasta el momento.

Un fin 
De todos los fragmentos posibles, la cita con la que me quedo es la que sigue, pero temo que habría que leer el libro para entenderla:
Un perro, basta.
(Todas las citas cuya procedencia no se menciona son del libro Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato)

lunes, 14 de enero de 2013

El terror de la confusión entre el recuerdo y el conocimiento

Todo el mundo parece muy seguro, todos saben quiénes son. Todo el mundo tiene un padre y una madre, todos parecen tener claro que llegarán lejos. Tienen más amigos de los que pueden disfrutar.
Esta es mi particular traducción del comienzo de la canción Wishes and Stars, de Harper Simon. No tengo más que halagos para la factura entera de esta canción. Lo que más me impresionó cuando la oí las primeras veces es que me parecía que siempre estuvo ahí. Entraba tan suavemente como si la conociera de antemano. Tan clara era la sensación que no pude menos que empezar a elucubrar locuras sobre su causa: ¿se trataba, quizás, de un conocimiento por reminiscencia platónica; había conocido aquella música en un plano abstracto, común a toda la pre-materia, antes de ser consciente de conocer las cosas? ¿O la reminiscencia era de otro carácter?, me pregunté al descubrir que el tal Harper Simon era hijo de Paul Simon, el Simon de Simon and Garfunkel. ¿O –me empecé a preguntar mientras me empezaba a saber la canción de tanto escucharla había sido aquello una retroactivación de mi consciencia futura, ya que, como ahora sabía, terminaría por conocerla al dedillo? ¿O incluso, aunque inverosímil, acaso lo que pasaba era que aquella canción me sonaba muy bien, tanto como para adormecer mis sentidos, asaltarlos de improvisto y hacerme creer que la conocía, a pesar de no haberla oído jamás antes?

¿Qué clase de déjà vu fue aquél, déjà entendu; en qué consistió aquella paramnesia? Sólo he encontrado preguntas, y sus posibles respuestas nunca me terminan de satisfacer. Aquella canción que tanto me apasionó (y aún lo hace, aunque intente negármelo), se ha convertido ahora en el puente a un misterio que viste de inocente muñeca pero cuya alma es de monstruo implacable. Precaución al escuchar (y cuidado con ver el videoclip, está hecho para distraer de la naturaleza verdadera de la música).

domingo, 13 de enero de 2013

TRADUCCIÓN: Decálogo de Diana Athill


1 Lee en voz alta para ti mismo porque es la única forma de estar seguro de que los ritmos de las frases están bien (los ritmos de la prosa son demasiado complicados y sutiles para ser meditados; sólo se pueden sacar bien de oído).
2 Corta (quizás esto debería ser CORTA): sólo sin tener palabras prescindibles cada palabra esencial puede contar.
3 No siempre necesitas ir tan lejos como para matar a tus seres queridos –esos giros de las frases o imágenes de las cuales te sientes súper orgulloso cuando aparecen en la página– pero vuelve atrás y míralos con ojos realmente malvados. Casi siempre resulta que estarían mejor muertos. (No cada pequeña punzada de satisfacción está bajo sospecha; son aquellas cuya cantidad parecen de un regodeo engreído de las que debes estar alerta).

Diana Athill

viernes, 11 de enero de 2013

Faber, uno que se fue pero aún está


Un once de enero tal como este, hace catorce años, murió Fabrizio de André, cantautor italiano cuya grandeza no es fácil reconocer y comprender sin ser italiano o saber el idioma, pero que, por comparar, podría asemejarse a George Brassens (pero con más variedad musical) en Francia o incluso a Bob Dylan en Estados Unidos (sin llegar a su popularidad puertas afuera). No me atrevo a buscarle un paralelo en español (aunque por algunas características se me ocurre Silvio Rodríguez). Y si se trata de facha, pelos, y  mirada melancólica, el parentesco se lo saco con Nacho Vegas.

La primera canción suya que escuché fue Coda di Lupo, cuyas primeras palabras pude entender y, directamente, me hipnotizaron. Decían:
Quando ero piccolo m'innamoravo di tutto / correvo dietro ai cani.
 que se podría traducir como:
Cuando era pequeño me enamoraba de todo / corría tras los perros.
Del resto de la canción pude entender cosas sueltas, pero inconexas. Aún así me gustó porque, sencillamente, la canción suena muy bien. Me gustó tanto que me empeñé en entenderla entera. Fracasé gozosamente. Aunque pude traducir todas las palabras, los significados últimos se me escapaban como si fueran agua que se me resbalaba entre los dedos. Pero se llegaba a atisbar que aquello era poesía, y no de la de cielos y árboles, sino de la de carne y hueso. Lo cual es mucho y grande.

Empecé escuchando sus canciones más conocidas, como Bocca di Rosa y Città Vecchia. Así di con La Ballata dell'Amore Cieco, cuya melodía pegadiza y su letra clara hizo que se convirtiera por un tiempo en una de esas canciones que de vez en cuando aparecen y no puedo evitar escuchar en bucle sin descanso. Tanto la escuché, que me la aprendí. Y cuando me la aprendí, la traduje a español con rima y métrica para tocarla con la guitarra.

Para entonces ya me había interesado tanto como para haberme informado de su vida y obras, descubriendo que era un tipo que abordaba temas morales con preocupación pero sin juzgar fácilmente, sino tratando de profundizar en las causas de la tristeza, de la pobreza, de las malas acciones, con el propósito de entender todo ello mejor. Como dijo en esta ocasión, en una introducción a Città Vecchia, algo que siempre había pensado es que "Hay poco mérito en la virtud y poca culpa en el error". Su compasión demostró ser más que palabras tras ser secuestrado, cuando disculpó públicamente a sus secuestradores (dicha aventura inspiró la canción Hotel Supramonte). Las historias de sus canciones ayudan a mirar con más lucidez circunstancias corrientes. Pero disculpad esta última frase, que puede ser verborrea de enamorado.

Tengo la sensación de no haber hecho notar ni la mitad de los méritos que tiene, pero lo importante es escucharle, no sólo no dejar que muera, sino hacerle vivir por doquier. Él nos recompensará desde ultratumba haciendo nuestras vidas más inteligentes, más sutiles, y sobre todo, más agradables.

[Otras de mis favoritas son: Inverno, Fiume Sand Creek y Dolcenera. Escuchadlo sin penitencia.]

sábado, 5 de enero de 2013

Decálogo de decálogos, de escritores para escritores

Tengo la certeza de que a mucha más gente de la que lo admite o pregona les gustaría ser escritores, o al menos escribir en alguna ocasión algo; a poder ser, algo interesante, relevante y, por qué no, exitoso. Pero mil miedos y otras tantas distracciones terminan impidiendo a estas personas que incluso se atrevan a intentar empezar. Y uno de los temores más habituales es no haber leído lo suficiente. ¡Me pasa incluso a mí, que me considero un gran mega hiper chachi lector! Y sin embargo, aún tengo el convencimiento de que leer no es necesario para escribir bien. Leer ayuda sobre todo a saber cómo escriben otros, para saberlos imitar o para distinguirnos de ellos. Leer ayuda, seguro, pero escuchar, y dialogar, y discutir, puede ayudar tanto o más. Leer es necesario para escribir de cierta manera, que algunos consideran que es el "bien", pero eso es otra cosa. Los lectores tendemos a escribir como entendemos que se escribe, cuando podríamos escribir también como se piensa, o como se habla (cosa que, por supuesto, también se hace, pero normalmente como imitación, no con voz propia).

En cualquier caso, quién mejor que otros escritores para aconsejar sobre los entresijos que influyen en esta ocupación (para algunos afortunados, profesión).

Me ha parecido notar que las listas y decálogos abundan en el lenguaje digital, probablemente por ser más amenas y fáciles de leer que otro tipo de artículos. Por eso (porque a veces quiero facilitar la lectura, así de simpático soy) he querido yo también hacer una de estas listas con el tema de consejos y normas (la cursiva quiere decir "no me tomes muy en serio") para escribir, de parte de diferentes autores. Que al parecer unos cuantos también son aficionados a los decálogos.

Los decálogos no tienen por qué ser de diez


He aquí, pues, una lista de listas, porque soy así de listo:

  1. Decálogo para jóvenes escritores, de Ramón Alcaraz. Un buen decálogo para empezar, simple, para el no iniciado. Apunta ciertos rasgos hacia una profesionalización de la escritura e incide en un aspecto imprescindible para los aspirantes a escritor, que con frecuencia fueron gafotas traumatizados en el recreo del colegio: la motivación.
  2. Decálogo más uno, para escritores principiantes, de Juan Carlos Onetti. Un decálogo más sutil, más intrincado, más atrevido, más incisivo. Recomienda al menos dos contra-mandamientos del Decálogo de Moisés: robar (si es necesario) y mentir (siempre).
  3. Consejos a un joven novelista, de Mario Vargas Llosa. En este se dedica más énfasis a los hilos invisibles que conectan a los escritores y a los lectores con sus textos. El punto 5 matiza lo que significa la "mentira" literaria y los puntos 4 y 7 me parecen especialmente relevantes por ser los que hablan del lazo más íntimo (y por ello, quizá más verdadero) que se establece al crear o disfrutar la literatura.
  4. Decálogo del perfecto cuentista, de Horacio Quiroga. Se considera el primer decálogo para escritores, a falta de un mejor aspirante, y otros muchos se han inspirado o basado en él. Es muy inteligente y claro. Aunque se refiere al escribir de cuentos, sus máximas se pueden aplicar a cualquier tipo de ficción, e incluso a otras artes.
  5. Decálogo para escritores, de Jane Fitch. Estas normas son aspectos más prácticos y aterrizados de la escritura como hecho de elegir las palabras, y poner una detrás de otra, y ordenarlas. Es un enfoque más editorial (más comercial), y totalmente válido, ya que, en última instancia (o en primera), escribimos para que nos lean, y estos consejos pueden ayudarte a ser más claro sin renunciar a plasmar tus características propias.
  6. 16 consejos, de Borges. Es importante tomarse este muy en serio, aunque sea de coña. Precaución con la confusión.
  7. Doce consejos para escribir buenos cuentos, de Roberto Bolaño. Divertidísimo. Plagado de referencias.
  8. El decálogo del escritor, de Stephen Vizinczey. Bastante restrictivo. Pero con razones para serlo. Personalmente, me quedo con el punto 7, donde destaca la importacia de la relectura, hoy en decadencia. Y también con el 10, que resalta la necesidad de reescribir (editar lo escrito); es un asunto dificilísimo y doloroso, porque tiene algo de minar el ego propio (esa cosa que los que escribimos solemos tener tan enorme, aunque lo queramos disimular). 
  9. Veinte reglas para escribir historias policiacas, de S. S. Van Dine (Aquí el original). Centradas en un género muy específico, pero aún así son unas observaciones muy interesantes. En estas reglas se destilan las claves que guían las historias de detectives, y también se previene contra los clichés más habituales. Aunque esté mal decirlo así, con estas reglas te puedes ahorrar mucha lectura de novelas policiacas y hacerte rápidamente una imágen de cómo es el género. Y además de estar más capacitado para escribir historias del género (conocerás las reglas por si quieres saltarte alguna), también lo estarás para leerlas con un ojo más agudo.
  10. Decálogo apócrifo del escritor de éxito, de Javier Cercas. Su aportación esencial: "Que el libro sea mucho mejor que tú, que no eres más que un pobre hombre, como todo el mundo". Quizás el más imprescindible, porque resume la mayoría de los demás con imágenes más eficaces. Si me tuviera que quedar sólo con uno, quizás el que elegiría.
Por último, remito a este extenso artículo: Collage sobre los decálogos para escritores, de Darío Jaramillo Agudelo, que no es un decálogo, sino una investigación y un estudio de un total de 89 decálogos, algo nada despreciable. Además, es muy interesante porque analiza las contradicciones de diferentes decálogos. De obligada consulta si tras estos decálogos de aperitivo te ha entrado la decaloguitis

Y por ultimísimo, dejo una cita de Vargas Llosa que creo que complementa su decálogo:
Una cosa que he aprendido, escribiendo, es que en este quehacer nunca nada está del todo claro: la verdad es mentira, y la mentira verdad y nadie sabe para quién trabaja. Lo seguro es que la literatura no resuelve problemas -más bien los crea- y que en vez de felices hace a las gentes más aptas para la infelicidad.
Mario Vargas Llosa, introducción a "Los jefes" y "Los cachorros"


PENDIENTE DE ESCRIBIR:
Traducciones de decálogos publicados en inglés por The Guardian.
Mi propio decálogo.

jueves, 3 de enero de 2013

RETO: Leer 50 libros en 2013

Cogiendo la idea prestada, he decidido ponerme el reto de leer cincuenta libros en un año. Viene a ser como leer un libro a la semana. Creo que no contaré cómics porque esos los leo de tres en tres. O esos los podría contar de tres en tres...

Sinceramente, no creo que lo logre, pero lo intentaré. Normalmente tengo épocas de leer muchísimo y otras en las que no encuentro un momento libre. Habrá que ver si éstas dos, si se producen, se contrarrestan. O, mejor, a ver si consigo cierta constancia en ello. Pero mucho más que preocuparme por el número me gustaría que entre esos libros hubiera algo de variedad: no vendría mal ir introduciendo algunos ensayos, ya que normalmente leo todo ficción. También, leer ciertos autores archiconocidos que jamás he llegado a catar, como algunos grandes rusos (por ejemplo, Tolstoi), y otros clásicos ingleses (Dickens), entre muchos otros.

Para más inri, como creo poseer todo el tiempo del mundo, me he propuesto llevar la cuenta en el blog y hacer una pequeña mención a los libros que me voy leyendo, o incluso una reseña, si lo veo conveniente. Así, empiezo con el primero que ha caído.



1 de 50:
TIEMPO DE RELATOS (IX Certamen)

Origen: Librería "Libros libres", Madrid.
Empezado: Diciembre de 2012.
Sinopsis: 10 relatos de autores universitarios, de temas muy variables. El personaje del ganador es un marino ruso, mientras que en los demás hay concursantes de realities, pueblerinos, un jefe de policía, un dibujante de cómic, un matrimonio inglés, un ser artificial, un compositor, un cocinero real y unos hermanos enfrentados. La segunda mitad del libro es un catálogo de libros de su editorial (Booket).
Observaciones:
- Lo he estado utilizando de libro de bolsillo, leyéndolo en el autobús y en esperas.
- El relato ganador (Alexei Domitrievski, de Carles Monsó Varona) tiene un estilo sobrio y depurado al que saco reminiscencias de El viejo y el mar, también por la temática.
- El relato de mayor complejidad es en mi opinión Frutos rotos, de Ángela Segovia Soriano. Es también, probablemente, el más "literario", el que más íntimamente parece ligado a su autor (autora en este caso) y el que más puede llegar a un lector sensible. Incluso aunque no lo hayas llegado a comprender del todo, como me ha pasado a mí (o precisamente porque no es fácil llegar a comprenderlo del todo).
-Si tuviera que elegir un favorito me quedaría, aunque sea simple, seguramente con La partida de ajedrez, de Paula Díaz Altozano. Pero no sabría decir por qué.
- El relato de La Sordera, de Hernán Fariñas Vales, se podría llevar el premio a la originalidad, ya que introduce tanto el concepto más distinto de los habidos aquí como la forma de narrarlo más diferente, y además lo hila impecablemente (a través de supuestos extractos de publicaciones).
- Los más destacables son los que he mencionado por las razones expuestas, por lo demás, no es una colección que me haya apasionado. Pero, en su defensa, también es cierto que están cuidadosamente escritos.

Nota:
"Este libro es libre, no se compra, no se vende" (sello de la Librería Libros Libres).
Si alguien lo quiere, se lo paso.

martes, 1 de enero de 2013

Gracias por el silencio

Antes de nada, ya que las fechas obligan: ¡Feliz baño al huevo!

Más a menudo de lo que desearía tiendo a pensar en absolutos y en grandes cifras. Aunque sea incapaz de concebir el verdadero significado de un número, como, por ejemplo, siete mil millones. Pero tal número se hace aún mucho más incomprensible si ese factor le añadimos que esos siete mil millones son algo tan variable, extraño y adjetivable como son los seres humanos.

Bastante
Muchas veces me gustaría saber qué número de personas están haciendo cierta cosa al mismo tiempo, por ejemplo, cagar, o leer, o correr, o llorar, o morir. Pero sobre todo, cómo de minoritarias son (o no) ciertas acciones que se puedan considerar menos comunes, digamos por ejemplo: cuánta gente pasó la Nochevieja conduciendo un quad, o cuántas mujeres se rapan el pelo a sí mismas en un momento determinado. Esta inquietud se plasma bien en una escena de Amelie, en la que se ve a un número de gente teniendo un orgasmo al mismo tiempo en París.

Pero no sólo eso. Me encantaría poder acceder a todas las matemáticas implícitas en la vida cotidiana. ¿Cuántos pasos hemos dado en toda nuestra vida, cuántas veces nos hemos tocado la nariz, cuántos kilos de comida hemos procesado, qué porcentaje de tiempo he dedicado a pensar en cada uno de mis conocidos, cuánto tiempo han dedicado mis conocidos a pensar en mí? Y así, otras mil cuestiones irrelevantes, métricas y estadísticas invisibles, que nos rodean. He de admitir que siempre he imaginado el Cielo post-mortem como un Gran Archivo cercano al infinito, un enorme Catálogo, un Centro de Documentación vastísimo, donde todo está grabado y medido de todas las formas posibles. Así, la Eternidad podría ser una entretenida recapitulación de curiosidades del tiempo caduco. Al menos, al principio.

Hoy día podemos acceder con facilidad a la biblioteca más plural y más cercana a tender al infinito que haya existido jamás: Internet. Y si por infinito entendemos lo que una vida dedicada no podría llegar a abarcar, desde luego que esta "biblioteca" sobrepasa en mucho esa infinitud.

Los volúmenes de información que se mueven en esta extraña nube digital donde todo pasa pero todo queda son inconmensurables, y por mucho que se hagan estimaciones y previsiones, como la que dice que en 2016 se alcanzará el "zettabite" (que en bytes es una cifra seguida de 21 ceros, así: 1,000,000,000,000,000,000,000), somos incapaces de entender la enormidad de tantos ceros (al fin y al cabo, sólo son 21, ¿no?).

Pues bien, en este universo en constante expansión somos incontables los que, lejos de apocarnos por la inmensidad del monstruo, y ejercer de humildes, y callar, seguimos apostando por nuestra voz y nuestra importancia, aunque sea nimia y aunque sólo nosotros creamos en ella. Y seguimos hablando, escribiendo, mezclando y remezclando, opinando, postulando, aventurando. Somos incontables, decía. Pero aún así estamos, creo, todavía en minoría, si consideramos esa vastedad que es el conjunto de la Humanidad.

Y a esos, a todos los demás, sin audiencias, ni siquiera mínimas (como la mía aquí, o como la de unos compadres en la barra del bar), quería dedicar esta reflexión. A esos que por la razón que sea, sobre todo si es por precaución, evitan contribuir al vertedero multitudinario de la información y la opinión y la creencia, y callan lo suficiente, y escuchan sin interrumpir, y leen sin necesitar escribir. Esos nos dejan a los charlatanes, todavía, cierto espacio para explayarnos y ser recibidos.

Por eso yo hoy, en nombre de todos los bocazas del mundo, les doy a ellos (os doy, si estáis escuchando) las gracias por el silencio.