jueves, 3 de octubre de 2013

NO LO SÉ

 

   Incluso lo aparentemente novedoso, extraño y desconocido puede tener una familiaridad que despierta en nosotros recuerdos, algunos olvidados. Una de estas conexiones me ha me ha llevado a rememorar algo sobre muchos de mis profesores. Y es que hay algo que muchos necesitan decir más a menudo y sin embargo es muy muy raro que lleguen a admitir: «NO-LO-SÉ».

    De esto, uno, siendo niño, no se da cuenta más que con el tiempo. Pero yo diría que hacia la ESO, cualquiera un poco avispado ya se ha dado cuenta. Muchos profesores solicitan, o dicen aceptar, preguntas, pero cuando estas se salen del espectro del libro de texto, una triste mayoría de profesores (hablo por mi experiencia, claro) son incapaces de contestar a las demandas menos obvias. Lo sé de primera mano porque siempre he sido preguntón.

   Algunos profesores, los mejores, conocen su materia y son capaces de responder a la mayoría de las preguntas con precisión.

   Algunos, los menos, conozcan o no su materia, cuando no están seguros de la respuesta que podrían dar, lo manifiestan, probablemente teorizan alguna posibilidad y buscan o prometen buscar una respuesta satisfactoria para la clase [Porque cualquier pregunta planteada por uno, sea buena o penosa, se convierte en una pregunta de toda la clase].

   Pero muchos, demasiados, no son capaces de admitir que no tienen ni idea de tal cosa en concreto y se ponen a probar suerte. Juegan con ambigüedades e imprecisiones, y como habitualmente son torpes hasta para moverse por esos terrenos, se les escapan ciertos modificadores del lenguaje que el oyente atento puede interpretar rápidamente como lagunas claras de conocimiento. Y se quedan tan contentos.

    Algunos de estos últimos se atreven a preguntar si aquello ha respondido a tu pregunta. Dependiendo del transfondo del profesor del que venga, es un gesto que puede ser de honestas ganas de responder adecuadamente o (más a menudo) un ofrecimiento de tregua para que pares con las preguntitas de los cojones. Que si replanteas la pregunta te la van a desresponder igualmente. Paradójico pero patente.

    La conclusión es que, tristemente, a unos cuantos les parece que sacar el diccionario es más señal de debilidad que de inteligencia.

Praga, septiembre 2013