martes, 30 de julio de 2013

El cuento número trece, de Diane Setterfield [18 de 50]


   Esta historia está narrada por una supuesta amante de la lectura, pero encerrada en unas lecturas muy concretas: Jane Eyre, Cumbres borrascosas, La dama de blanco, Orgullo y prejuicio y poco más son los títulos que se repiten una y otra vez en las lecturas de todos los personajes, bibliotecas y librerías que aparecen en la narración. Concretamente se menciona Jane Eyre tantas veces que uno siente que debería leerlo para entender completamente la historia.

   Este elocuente detalle aparte, la historia versa sobre la biografía que Margaret Lea, la narradora, hace de una afamada pero misteriosa escritora de éxito, Vida Winter, a petición de esta última. Dicha "biografía" se entrelaza con escenas de la vida de la biógrafa mientras toma sus apuntes y verifica sus fuentes; escenas más bien pesadas (aunque el tono general pretende ser ligero), aparentemente innecesarias y tirando a insípidas que en última instancia demuestran tener relación con la historia principal. Esto último es la principal (por no decir única) virtud de esta novela, en mi opinión (eso siempre, aquí): el elenco de personajes y sus relaciones están bien hilados y compactamente engarzados para que la historia se cierre con sentido y satisfacción.

   Por lo demás, presenta unos personajes supuestamente complejos, pero a la hora de la verdad bastante idealizados y planos: una lectora compulsiva para la que su vida son los libros (especialmente los clásicos, dice, aunque por los que menciona, se podría decir que un sesgo de clásicos bastante concretos), atormentada a ratos por el fantasma de su gemela ausente, fallecida al nacer; una escritora de pasado tortuoso (pero misterioso) recluída escribiendo best sellers que oculta su pasado con vidas inventadas; un hombre ya anciano unido casi místicamente a un lugar derruído por su obsesión con su origen desconocido, un hombre que se encierra de por vida lamentando la pérdida de su amada, etc. Todo demasiado idealizado, romántico, arquetípico o simplificado, según se mire. Una novela impregnada de tanto en tanto con toques un poco góticos, supuestos fantasmas detrás de cada esquina y cada reflejo, misterios aparentemente sobrenaturales y, sin embargo, nunca sobrenaturales (¡por lo menos!).

   No es una historia completamente carente de interés, y presenta algunos rasgos obsesivos y patológicos en sus personajes de forma sutil que pueden enganchar. Pero no es una historia que me haya llegado, o atrapado, o en la que me haya llegado a interesar la vida de la señora Winter o haya querido saber cómo iban a ser las cosas.

   Quizás este último detalle sea más un rasgo de mi incapacidad para entender el tono emocional del relato que un rasgo de que el libro se quede pobre, pero lo cierto es que los llantos de la narradora siempre me pillaban por sorpresa, y más cuando decía que eran por los personajes de la historia que le estaba contando la señora Winter. En fin: empieza bastante bien y sabe terminar, pero la chicha se queda floja en general. Creo que un único personaje me ha llegado a interesar un poco: Hester, una institutriz diligente y disciplinaria de mente científica que es enviada a cuidar de dos extrañas gemelas.

   Una vez más (porque también lo comenté aquí): puede que mi crítica hacia este libro sea más incisiva porque estoy leyendo paralelamente La manía de leer, un ensayo con el que concuerdo en muchos aspectos, y en esta novela se presentan entre líneas muchos de los ideales irreales y simplistas de las bondades de la lectura y la escritura. Por supuesto que este libro puede tener sus muy amorosos lectores, pero bajo una lupa crítica palidece bastante.

Esta entrada es parte de mi reto de Leer 50 libros en 2013