martes, 30 de julio de 2013

El cuento número trece, de Diane Setterfield [18 de 50]


   Esta historia está narrada por una supuesta amante de la lectura, pero encerrada en unas lecturas muy concretas: Jane Eyre, Cumbres borrascosas, La dama de blanco, Orgullo y prejuicio y poco más son los títulos que se repiten una y otra vez en las lecturas de todos los personajes, bibliotecas y librerías que aparecen en la narración. Concretamente se menciona Jane Eyre tantas veces que uno siente que debería leerlo para entender completamente la historia.

   Este elocuente detalle aparte, la historia versa sobre la biografía que Margaret Lea, la narradora, hace de una afamada pero misteriosa escritora de éxito, Vida Winter, a petición de esta última. Dicha "biografía" se entrelaza con escenas de la vida de la biógrafa mientras toma sus apuntes y verifica sus fuentes; escenas más bien pesadas (aunque el tono general pretende ser ligero), aparentemente innecesarias y tirando a insípidas que en última instancia demuestran tener relación con la historia principal. Esto último es la principal (por no decir única) virtud de esta novela, en mi opinión (eso siempre, aquí): el elenco de personajes y sus relaciones están bien hilados y compactamente engarzados para que la historia se cierre con sentido y satisfacción.

   Por lo demás, presenta unos personajes supuestamente complejos, pero a la hora de la verdad bastante idealizados y planos: una lectora compulsiva para la que su vida son los libros (especialmente los clásicos, dice, aunque por los que menciona, se podría decir que un sesgo de clásicos bastante concretos), atormentada a ratos por el fantasma de su gemela ausente, fallecida al nacer; una escritora de pasado tortuoso (pero misterioso) recluída escribiendo best sellers que oculta su pasado con vidas inventadas; un hombre ya anciano unido casi místicamente a un lugar derruído por su obsesión con su origen desconocido, un hombre que se encierra de por vida lamentando la pérdida de su amada, etc. Todo demasiado idealizado, romántico, arquetípico o simplificado, según se mire. Una novela impregnada de tanto en tanto con toques un poco góticos, supuestos fantasmas detrás de cada esquina y cada reflejo, misterios aparentemente sobrenaturales y, sin embargo, nunca sobrenaturales (¡por lo menos!).

   No es una historia completamente carente de interés, y presenta algunos rasgos obsesivos y patológicos en sus personajes de forma sutil que pueden enganchar. Pero no es una historia que me haya llegado, o atrapado, o en la que me haya llegado a interesar la vida de la señora Winter o haya querido saber cómo iban a ser las cosas.

   Quizás este último detalle sea más un rasgo de mi incapacidad para entender el tono emocional del relato que un rasgo de que el libro se quede pobre, pero lo cierto es que los llantos de la narradora siempre me pillaban por sorpresa, y más cuando decía que eran por los personajes de la historia que le estaba contando la señora Winter. En fin: empieza bastante bien y sabe terminar, pero la chicha se queda floja en general. Creo que un único personaje me ha llegado a interesar un poco: Hester, una institutriz diligente y disciplinaria de mente científica que es enviada a cuidar de dos extrañas gemelas.

   Una vez más (porque también lo comenté aquí): puede que mi crítica hacia este libro sea más incisiva porque estoy leyendo paralelamente La manía de leer, un ensayo con el que concuerdo en muchos aspectos, y en esta novela se presentan entre líneas muchos de los ideales irreales y simplistas de las bondades de la lectura y la escritura. Por supuesto que este libro puede tener sus muy amorosos lectores, pero bajo una lupa crítica palidece bastante.

Esta entrada es parte de mi reto de Leer 50 libros en 2013

domingo, 21 de julio de 2013

Los intelectuales y la gente que no lee; una cita de Roger Wolfe

 No lo suscribo completamente, pero tiene su aquel, sobre todo al principio:
   ¿Por qué demonios preocupa tanto  a los "intelectuales" que "en este país la gente no lea"?
   ¿Qué cojones me importa a mí lo que haga o deje de hacer la jodida gente?
   Como si se la menean colectivamente.
   Además, en este país se lee bastante más de lo que se dice. Siempre lo he pensado.
   Y, claro, en realidad hay una explicación: a los "intelectuales" lo que de verdad les molestaría sería que todo el mundo leyera. Y que, encima, todo el mundo tuviera su propia opinión sobre las cosas. ¿Qué iban a decir ellos entonces? ¿A quién le iban a soltar su mierda en los periódicos, en la televisión? Quieren que todo permanezca ordenado y bajo control. Que nadie les rompa la baraja. Que nadie pueda inmiscuirse en sus jueguecitos de salón.
   QUE SE SIGAN PUDIENDO DAR POR CULOS LOS UNOS A LOS OTROS SIN QUE NADIE LES JODA EL JUEGO.
   El problema de los "intelectuales" es que son una subespecie de político. De político de tres al cuarto.
   Y nadie se atreve a decirlo, de una puta vez.
   Me merece más respeto el código social de las ratas de alcantarilla. ¿A quién diablos quieren engañar?
   Termina siendo un poco incendiario, pero sobre lo de cuánto se lee o se deja de leer; me ha dado por buscar datos de ejemplares prestados en bibliotecas públicas, por tener alguna referencia, y esto es lo que he encontrado: Préstamos a usuarios. No tengo ni idea de cómo interpretar los datos (en los últimos años oscilan en torno a 30 millones de libros prestados al año). Pero se está sacando un puñado de libros (me gustaría compararlo con otros países, para hacerme a la idea de si es mucho o poco), y aunque muchos terminarán sin ser siquiera leídos (termina pasando), otros se leerán más de una vez por préstamo (que es lo que suele pasar en mi casa y supongo que en otras tantas).

   En cuanto al número de usuarios registrados, suman 11,15 millones, que de una población de 47,27 millones de habitantes hacen el 23,58%, es decir, aproximadamente una persona de cada cuatro tiene carné de biblioteca pública. Más gente que la que no tiene teléfono fijo en España (20%). Sal a la calle. Es probable que una de cada cuatro personas que veas (probablemente más, en un entorno urbano) coge algún libro de vez en cuando. Si tan emperrados estamos en que la lectura es la solución a todos los males, es para dar saltos de alegría. Qué pena que no sea, ni de coña, tan fácil.

Nota: al final he encontrado un documento más completo sobre hábitos de lectura; Hábitos de lectura 2012. Según esto, se lee un montón. Al menos, "una vez por trimestre". Y con más edad se tiende a leer menos. Pero paso de ponerme a analizar esto. Ahí lo tenéis para lo que queráis entender. Sólo diré que el porcentaje de personas entre 14 y 24 años que lee periódicos me parece irreal. Claro que si cuenta mirar un periódico de reojo cuando te estás tomando unas cervezas en un bar, lo entiendo. Además, joder, que los libros más vendidos del año pasado fueron las sombras de Grey. Si todo va a ser así, prefiero que la gente no lea.

sábado, 20 de julio de 2013

Todos los monos del mundo, de Roger Wolfe [17 de 50]

Se ve bastante de pena, pero se ve

   Un libro que engancha. Este tío habla claro, es directo, mordaz e incisivo. De colmillo retorcido. El género del libro lo llama ensayo-ficción, y viene a ser un puñado de textos variados escritos durante un par de años: reflexiones, insultos, literatura, anécdotas y mucho, mucho criticar la gilipollez humana.Y de eso no se salva nadie, ni los autores más sacralizados por los corrillos intelectuales (especialmente esos son los que menos se salvan).

   Puedo probar algunos adjetivos: es agresivo, egocéntrico, ingenioso, un tanto fatalista, pero rebelde, divertido, gruñón, paranoico, provocador. Se caga en casi todo lo cagable, con una facilidad que da gusto. Pero también reconoce unos cuantos autores que le gustan, transcribe algunas de sus traducciones (y artículos publicados en revistas), se congracia con la vida (unos pocos momentos en que se puede aspirar a "estar bien"). Y hace bastantes comentarios sobre el mismo escribir: su necesidad, su peligrosidad, su estupidez, la basura en que muchas veces resulta.

   Este libro sirve de ligera conversación con su autor, saltando de tema en tema, unas veces el tema da para dos líneas, y otras, para unas cuantas páginas. En cualquier caso, da gusto presenciar el desparpajo con que reparte estopa a todo lo que le parece idiota. El autor demuestra una voz emancipada de casi cualquier correción estándar: ya sea política o lírica. Personalmente, me ha encantado. Es de 1995, pero es mucho más fresco, inteligente y aterrizado que mucho de lo que se sigue escribiendo hoy día. Y sobre todo, muy crítico con coco (aunque el coco sea el suyo), algo que se echa bastante en falta en la concepción habitual de las humanidades y la literatura (este pensamiento puede estar influenciado por otro libro que estoy leyendo -La manía de leer-, pero es algo en lo que concuerdo).

   Copio un extracto, para terminar:
   Nunca he pretendido que la mierda que yo cago sea necesariamente mejor que la que cagan los demás.
   Simplemente que su olor no me molesta tanto.
     Ah, y bueno, también habla de alcohol, drogas y tal.

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viernes, 19 de julio de 2013

MEDIA DOCENA DE NORMAS QUE AHORA MISMO SE ME OCURREN, de Roger Wolfe

(1) Nunca pidas consejo sobre lo que escribes. Nunca des consejos sobre lo que escriben los demás. Que cada palo aguante su vela; el verdadero escritor sabe lo que tienen que hacer; el que no lo sabe, que se dedique a poner ladrillos.
(2) No hables con nadie sobre lo que estás escribiendo. Esto es a veces dificil, pero con la práctica se consigue. Los objetivos son básicamente dos: evitar el plagio consciente o inconsciente de tus ideas y evitar que se te vaya la fuerza de lo que escribes por la boca. El escritor, la propia palabra lo indica, es alguien que escribe. No tiene por qué querer ni saber hablar.

(3) Evita la sobreexposición a toda costa. Un poco de publicidad es bueno; demasiada, un coñazo. El exceso de cobertura informativa -reseñas, entrevistas, declaraciones, fotos (mucho cuidado con las fotos)- se convierte rápidamente en algo odioso. En el primer caso, las reseñas, no se puede hacer gran cosa. En cuanto a las entrevistas, hay que saber escoger, siempre que se pueda. Una mala entrevista puede hacer más daño que diez años de trabajo fallido.

(4) Jamás acudas a la televisión. En cualquier caso, jamás lo hagas a menos que estés absolutamente seguro de poder dominar el medio. Esta facultad es extremadamente rara. Recuerda que la cámara, como la fotografía, siempre miente. Y que intentarán por todos los medios hacerte decir gilipolleces que luego quedarán filmadas para el resto de la eternidad.

(5) En las entrevistas, utiliza la insidia de los periodistas a tu favor. Es decir: desvía su atención jugando con su propia psicología. No digas nada que requiera un mínimo análisis para ser entendido. Habla despacio, usa frases cortas, y si quieres conseguir un determinado titular, suéltalo por el extremo de la boca, como quien no quiere la cosa. Recuerda que el periodismo es deductivo, nunca inductivo. Esto quiere decir que un periodista jamás escucha lo que tú estás diciendo; saca conclusiones basadas en juicios previos y luego juega a encajarlas con cada palabra que dices.

(6) En cuanto a los críticos, pueden ocurrir tres cosas: a) No hablan de ti. Chungo. Eso hay que arreglarlo, y rápido. b) Hablan de ti, y bien. Pasando. c) Hablan de ti, y mal. Es la mejor de las tres posibilidades. Significa que te consideran lo bastante peligroso como para perder el tiempo intentando echarte abajo, y que tu obra va perdurar. Reclínate y sigue con tu trabajo. Su cadaver no tardará en pasar ante tu puerta.

Extraído de Todos los monos del mundo

lunes, 15 de julio de 2013

Una palabra en un minuto: Cuervo

Reordenando las entradas del blog en la barra de botones he recaído en la entrada Dos palabras, en que hablaba de una página curiosa en que cada día se ofrece una palabra sobre la que se invita a escribir todo lo que se te ocurra en un minuto. He vuelto a hacer el experimento y esta vez la palabra era raven, es decir, cuervo.

Esta vez me ha dado por escribir en español:
Voló bajo. Picó. La serpiente le mordió el cuello, pero el cuervo le sacaría los ojos antes de que el veneno le llegara al cerebro. Era un cuervo viejo, pero jamás regalaría su vida.

viernes, 12 de julio de 2013

ALLENDE [Relato]

   Cruzando una montaña, dos mares y tres desiertos se llega a un lugar más real que ninguno, donde los hombres conocen y aman todas las leyes de la naturaleza, incluso las menos intuitivas. Allí entienden la condición del fuego, y la relación entre dos vibraciones distantes, y las causas primeras de los humores enfermizos. Gustan de medirlo todo, y emplean sus propios números (que son finitos, pues no aceptan la existencia de un número si éste no tiene su equivalente empírico).
    Hasta aquí las coincidencias entre sus habitantes, pues hay una disputa milenaria entre Aparentes y Consecuentes. Es común considerar que sólo lo posible es admisible y recto, y todo lo percibible ha de ser posible de alguna forma; por ello la ética de la mayoría, llamados Consecuentes, es completamente laxa. Sin embargo, existe una facción extremista que rechaza cualquier apariencia que contradiga las leyes naturales, sin importar su plausibilidad. Estos hombres, llamados con ironía Aparentes, imponen su moral con violencia, aniquilando a magos, homeópatas y profetas. Por su parte, los Consecuentes aprecian a magos, homeópatas y profetas, ya que son posibles, y de hecho existen; pero no censuran su matanza, pues ésta también es factible, y por tanto, buena.

jueves, 11 de julio de 2013

Microrrelatos 2013, (Varios autores), de Bardeblás [16 de 50]



    Hace poco reseñé (a mi manera) la edición de Microrrelatos del Bardeblás 2012. Ahora hace unas semanas que salió la edición de este año y vuelvo a la carga. Para saber en qué consiste el concurso y su edición consúltese la anterior entrega.

   En esta ocasión paso directamente a los premios. El primero me parece justificado, premiable, probablemente merecido (aunque, personalmente, no lo entendí a la primera):
EL MEMBRILLO
José Manuel Sastre

   Le llaman Membrillo porque tiene el pelo amarillo y se arruga con facilidad en el patio. Juega a las canicas; tiene habilidad y tino pero si se acercan los chavales de tercero falla el tiro y pierde la bola.

   Si le pregunta el maestro, se queda callado. Ya ha probado las dos rutas; si acierta, desde el fondo reconoce la voz de López: eres un pelota, "Membrillo"; o si falla: "no sirves ni para hacer la O con un canuto". Eso, en Don Lucas, le duele más. Ahora es mudo.

   Esta mañana, en el recreo, ve a Carmen echando un líquido en las roppas de los que están en la cancha. Ella lo advierte. Se levanta el flequillo y prosigue la tarea. Sólo asoman unos dientes blancos por su boca.

   Luego se entera que era lejía lo vertido.

   Luego le llegan las culpas, porque era el único al que vieron cerca de las ropas.

   Luego el primer tortazo de Don Lucas. Que confiese, le dice.

   Y luego otra, y otra, coreadas por todos los niños: "que cante, que cante".

   Y él mira a Carmen.

   Y ella piensa que debe ser muy dulce, a juzgar por cómo la mira.
   El segundo premio, sin embargo, no me entra en la cabeza cómo puede estar ahí. Antes de ponerme a despotricar, lo transcribo:
DOS MIL...
Carolina Blanco

   Ya no hay vuelta de hoja... Hace tiempo que sólo nos queda el salto de página.
   Me parece vergonzoso que este juego de palabras se haya llevado el segundo premio (o cualquier premio). No por la frase en sí: es ingeniosa y visual. Pero ya está. No es un microrrelato. Al menos, yo no entiendo que lo sea. ¿Qué cuenta? ¿El paso de un mundo analógico a uno digital? Entonces, como historia, es obvia e innecesaria. ¿Que puede insinuar algo sobre una relación amorosa y su adaptación a los tiempos modernos (ved que empleo toda mi capacidad de elucubración en buscarle sentido)? Quizás, pero me sigue pareciendo pobre. Imagino que su principal virtud es esa: su ambigüedad.

   Quiero hacer un alto en este punto y reflexionar. He notado ya en varias ocasiones, leyendo estas recopilaciones, que ciertos textos seleccionados me hacen sospechar de su cualidad de "relatos". Hay dos vertientes principales, que haya reconocido. Yo los divido en estos: textos poéticos y citas (o reflexiones). Para empezar habría que definir qué entendemos por "microrrelato"; a mi parecer, un microrrelato debe tener las mismas cualidades que un relato, con la única diferencia de su menor extensión. Y la principal característica de un relato es que cuente algo. Que pase algo. ¿Parece algo simple y obvio, no? Pues no debe serlo tanto. En estas recopilaciones se cuelan de vez en cuando estas dosis de micro-ensayos o micro-prosa poética. Es algo que me fastidia especialmente (porque debo ser un rancio pureta literario y me tomo las cosas muy a pecho), y más cuando no son sólo publicados como microrrelatos, sino que además se alzan con una mención especial, como ese segundo premio, a mi juicio injustificado, u otro que se contó entre los diez Finalistas de la edición del año pasado:
DICEN...
Julia Delgado

Dicen que el tiempo lo borra todo, pero nadie te especifica cuánto hay que esperar para poder escribir encima.
   De nuevo, una frase que puede llamar la atención (a mí en concreto no me hace tal efecto) o ganar un premio de "estados de Tuenti", o un puñado de retuits. Intento pensar qué dirían sus defensores si les preguntaran por qué consideran esto un relato, y supongo que podrían decir que se insinúa una historia (de amor, como de costumbre cuando no hay más pistas) de una herida que se produjo, y transmite el sentimiento de inseguridad que se produce después de lo ocurrido. Todo muy etéreo, muy ambiguo, muy interpretativo. En inglés tienen una palabra perfecta para definir esto: bullshit. Literalmente significaría 'mierda de toro', por lo que el palabro tiene más fuerza que alguna compatriota como "sandeces". Si entramos en que todo tiene mil interpretaciones, no hay filtro: todo es (puede ser) un relato. Todo es bienvenido. Eso sí, a ver quién juzga todas las posibles interpretaciones. Quizás diferenciar qué es un relato y qué no sea un arduo trabajo, pero no me lo parece tanto. Al igual que el tipo de reflexión arriba ejemplificado, otros textos meramente poéticos aparecen entre estas páginas en ocasiones. Uno se resigna y se adapta, tampoco es el fin del mundo, pero molesta un poco que existan estas confusiones entre los que se presentan y, sobre todo, entre los encargados de seleccionar los relatos.

   [Una nota: no es que todo relato de una frase no pueda contener una historia, pero a menudo, en los ejemplos que encuentro, no me parece que lo hagan, y me da que sus editores abusan del beneficio de la duda en cuanto a su interpretación se refiere.]

   Con la disgresión he dejado atrás el análisis de los premiados, en concreto del tercero. El relato trata de dos niños, uno cristiano y otro musulmán, unidos por sus fechorías y separados por su religión. No lo voy a transcribir; lo podéis encontrar en el Bardeblás junto con el resto de la centena de microrrelatos. Entiendo un poco su selección, es inteligente y sutil, pero no me parece tan potente como para llegar a los premios.

   En cuanto al Premio Especial Pura Gula (premio al microrrelato más divertido), trata de un hombre a una nariz pegado (no llega a parafrasear a Quevedo pero por ahí va). Curioso

   He vuelto a leer marcando mis favoritos. En el de 2012 marqué 8 favoritos. Esta vez he hecho hasta una distinción: entre los favoritos y algunos que me parecían buenos pero no tanto como para llegar a decir que fueran "favoritos". He marcado con un punto 4 favoritos y con una raya 5 casi favoritos. Por ejemplo, entre los "casi favoritos" (qué mal suena esta denominación, en fin) está este:
QUÍMICA DIVINA
Eduardo Higueras

Mi chica es una diosa. No, no es sólo que esté absolutamente cañón. ¡Lo es de verdad! Con poderes y toda la parafernalia. Quizá piensen que es Afrodita. No, pero son parientes. Es Ishtar, diosa babilónica de, atentos, la guerra, la fertilidad, el sexo y el amor. Alucinante, ¿no?
   Ya. Pues no lo es tanto cuando se te enfada y te teletransporta al primer desierto que se le ocurre -Gobi es su preferido-, o te manda a una base de narcos en Sudamérica. O, esta fue graciosa, a una macrofiesta en la casa Playboy y sólo por decirle en broma "me duele la cabeza" cuando quería acción. Eso es genio.
   Tota, que entre clases forzosas de superviviencia, horas y horas de fogosidad volcánica y haber estado ella ajustándome la dieta, estoy ganando una musculatura que no creía posible en un ser humano. Vamos que a veces lo nuestro no parece una relación sino un régimen de entrenamiento.
   ¡No se confundan! Supe desde el principio que estar con ella conllevaría trabajo, pero ha merecido la pena. Ishtar es un sol y aprecia mucho mis esfuerzos. Fíjense, si todavía se ríe cuando le digo que sigo siendo ateo. Joder, ¡eso es química!
Por el tono del relato intuyo que aspiraba al premio al relato más divertido, pero creo que es eficaz en otros niveles también. Y es de los pocos que incluyen un poco de fantasía, por cierto. Entre mis preferidos, este:
CLICK
Rodrigo Pérez

   La ley marcial que imponía su presencia hizo que todos en casa contuviéramos la respiración cuando a mitad de película mi padre se levantó y sin mediar palabra se fua a la cocina. Cada gesto, cada silencio, cada mirada o cada ademán hacía que todos nos sobresaltásemos. A diario de vuelta del colegio yo fantaseaba con que me secuestrasen y me llevaran lejos de ahí, muy lejos, no me importaba dónde y cómo, sólo quería no tener que regresar al terror de escuchar a las diez de la noche cómo la cerradura giraba y la casa se emponzoñaba con su presencia. De haber tenido más años me habría escapado o habría hecho alguna locura. A veces fantaseaba con coger su pistola reglamentaria, con la que tan a menudo nos amenazaba, y devolverle la jugada. Pero esa noche cuando se fue a la cocina el único ruido que rompió el silencio sepulcral fue el de su propia Bereta FS92 de 9 mm. descerrajándole un tiro en la sien y barriendo la casa con un bramido espeluznante. Cuando histérica y entre lágimas mi madre me gritó desde la cocina que llamase a la ambulancia sólo atiné a decir "No hay prisa".

    Esto es a grandes rasgos, casi a modo de collage, lo que opino de esta recopilación. Aunque critico muchos aspectos con vehemencia, sé que esto es un proyecto humilde y que bastante fortuna es tener un concurso como este en Burgos. Y precisamente por ello puede que sea tan crítico: me gustaría que fuese lo más perfecto posible. Pero la perfección teórica es raro que se conjugue con la humanidad (muy práctica ella). Pese a todas mis quejas, siempre es un gusto ver qué se cuece entre los escritores burgaleses más a pie de calle.

   No he mencionado que me presenté a este concurso. Mi microrrelato no ha sido seleccionado. Cuando me enteré casi decido no comprar el libro. Sinceramente, lo creo muy bueno, si no para ganar, desde luego para ser seleccionado. Pero a la gente que se lo he enseñado me han dicho que probablemente era demasiado complicado, y seguramente sea así. Me da igual, sigo creyendo que es mucho mejor que la mayoría. Cuando menos, más original. También me he planteado hacer una versión más larga, explicada con más detalle, con personajes concretos, e introduciendo tramas, puesto que quizás el relato sea sólo el germen de una idea mayor. Si os interesa, seguramente lo publicaré en la próxima entrada del blog. En cuanto a si el hecho de que no cogieran mi relato ha influenciado esta "reseña", creo que no ha sido así. Intento valorar mis escritos de forma objetiva, aunque esto sea imposible, y muchas veces los desprecio, pero en este caso le tenía un cariño especial. Por ello que en un primer momento me tocara el orgullo saber que no había sido seleccionado. Pero después mi actitud cambió a resignación y, como mucho, pensar "peor para ellos". Quizás hicieron bien, quizás el relato sea demasiado compacto, espeso y falto de la emoción que suele caracterizar a los ganadores, pero sé que entre esas líneas hay potencial. Pese a esta circunstancia, creo haberme mantenido objetivo (con mi criterio) en la crítica de los microrrelatos, premios y selección. Eso sí, como soy un poco capullo cuando quiero, quizás el próximo año envíe alguna cita/reflexión breve, resultona y profunda al mismo tiempo, sin acción, eso sí, a ver si me cuelo entre los finalistas.
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Y de regalo, ya que lo he mencionado, el soneto "A una nariz", de Quevedo:
A UNA NARIZ

Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.

Érase un reloj de sol mal encarado,
érase un alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón mas narizado.

Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
muchísima nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito.

jueves, 4 de julio de 2013

Mensagem, de Fernando Pessoa [15 de 50]


  Me cuesta viajar al extranjero sin comprar algún libro. Es el tipo de recuerdo que más me gusta, especialmente (claro) si puedo leerlo. Viajar es también una gran oportunidad para comprar libros en la lengua original de sus autores. Hace unas semanas fui a Portugal (Oporto y Coimbra). No entiendo portugués, pero, como todo español, tenía la sensación de que podría entender la mayor parte, sobre todo si lo tenía por escrito. Así que quise comprar un libro que pudiera leer.

   Encontré una librería pequeñita y vieja, llena de libros hasta el techo, que me gustó. El librero era un hombre mayor vestido elegantemente. Me ofreció su ayuda pero primero quise ojear los estantes. Observé que tenía muchas ediciones antiguas. Eso, para un estudiante pobre como yo, significa, sobre todo, precios caros. Le expliqué al librero que no sabía portugués, pero quería un libro sencillo, que pudiera entender, y barato a ser posible. Tras ofrecerme diferentes novelas, le dije que prefería probar con poesía, que quizás fuera más escueta. Recordé que en el Grado de Español me habían hablado de un autor portugués que había publicado mucho con diferentes seudónimos y así se lo expliqué al librero. No sé si me entendió, pero parecía que no se le ocurría quién podía ser dicha persona. Yo no estaba seguro, pero sólo se me venía un nombre a la cabeza: Pessoa. Se lo dije y rápidamente me sacó varias recopilaciones, pero todas eran muy caras. Quedaba un pequeño librito, Mensagem, de aspecto ajado y ligero. Era seguramente barato para ser tan antiguo, pero caro si se tomaba en cuenta sólo su volumen. En ese momento ni siquiera estaba seguro de que Pessoa fuera el autor que me había producido curiosidad. Pregunté por otros libros de poesía. Algo más contemporáneo. Me sacó un libro nuevo, más voluminoso que el de Pessoa y más barato. Los sopesé por un rato. «¿Está bien este?», pregunté señalando el de Pessoa. Sabía que el autor tenía que ser bueno, y los libros viejos tienen su encanto. «Te prometo que no te decepcionará», me dijo en perfecto español (en realidad no, pero así lo recuerdo). Así que finalmente vencí mi propensión económica de considerar la relación tamaño-precio y tuve en cuenta otros factores que me hicieron pagar más por algo, supongo, mejor.


  Pero al leer este libro he descubierto que mi presunción de poder entender fácilmente el portugués fue demasiado atrevida.


  ¿Tiene sentido leer un libro en un idioma que no conoces? Obviamente, no. Pero quizás dependa mucho entre qué idiomas juguemos. Sin saber portugués o italiano, un español puede leer textos en estos idiomas y llegar a enterarse de bastante. Si se sabe un puñado de diferencias de pronunciación que hay entre la lectura de estos idiomas y la del español, se puede ser capaz de saber cómo suena lo que se lee. Especialmente en el caso de la poesía, esto no es poco. Sin embargo, estamos de acuerdo en que los libros se leen por su contenido, incluso los más poéticos y abstractos.


  Pero en esta ocasión he decidido leerlo sin preocuparme por el significado. Al principio hacía el esfuerzo de enterarme de lo que leía, y algo alcanzaba a entender, pero tampoco demasiado. Pronto me abandoné a los sonidos y a la imagen impresionista que formaban las palabras sueltas que iba entendiendo. Leer Mensagem ha sido una experiencia muy diferente de leer cualquier otro libro. Ha sido una lectura automatizada sin culpa, un fluir natural por las palabras, sin detenerse a descubrir lo que guardan. Un disfrute profano de las formas, las cadencias, los vínculos y las melodías. ¿Desde cuándo se lee sólo por el crecimiento espiritual? ¿No se lee a menudo meramente por el disfrute, por el entretenimiento que da el libro? ¿Quién dice que seamos mejores después de haber leído? ¿Quién dice que no se pueda leer un libro sin entender una palabra?


  Aún más: creo que ni entendiendo portugués (o leyendo una traducción) entendería de verdad gran parte del libro, pues muchos poemas están inspirados por personajes históricos portugueses totalmente desconocidos por mí, con lo que me faltaría el contexto. Además, aunque los poemas son cortos y aparentemente sencillos, me da la sensación de que muchos son bastante complicados pese a tales formas simples.


  De momento me quedo con la experiencia de esta lectura sui géneris, y si otra lectura de la misma obra en español se me ofrece más adelante, descubriré qué néctares paladeé sin tragar.



Esta entrada es parte de mi reto de Leer 50 libros en 2013

miércoles, 3 de julio de 2013

Crónica de una aventura mañanera:

Hace unas semanas vi que se publicó una convocatoria de beca para asistir a estudiantes que vienen de Michigan (Estados Unidos) de agosto a diciembre. Por supuesto, me pareció una beca hecha para mí, pero cuando leí la convocatoria vi que había que tener un título en inglés, ya fuera de Cambridge, EOI, TOEFL,... para probar nivel avanzado. Como soy tan listo, no tengo ninguno.

Así que más o menos descarté que me fueran a dar la beca, pero pensaba presentarme pese a todo, por probar suerte. Así que he esperado, por supuesto, al último día, hoy, para ponerme con ello. Todo lo que ha ocurrido podría haberse previsto si hubiera hecho las cosas con tiempo, pero, en todo caso, las circunstancias no han ayudado:

12:00 : Suena el despertador del móvil. No lo había puesto el día anterior (me dormí leyendo), pero por suerte lo tenía programado del día anterior para sonar a diario (sí, estos horarios gasto en verano).

12:20 : Suena el despertador por tercera vez. Por fin, me levanto y me pongo directamente con el ordenador. Viendo lo tarde que es, decido pasar del desayuno y así poder entregar los papeles antes de las 14h., hora límite.

12:30 : Descubro que para optar a la beca no sólo contaban los títulos: ¡también haberse ido al extranjero con la Universidad! ¡No había leído la última parte! ¡He hecho Erasmus, entro en la convocatoria! ¡TENGO que entregar esto!

12:35 : Hago recuento de documentos que tengo que entregar y veo que también hay que presentar una carta de motivación. Busco en Google: «cómo escribir una carta de motivación». Abro 5 pestañas, las leo todas por encima. De pronto, no me importa tanto cómo escribir el texto en sí sino cómo empezar el encabezamiento: «Estimados ... ¿qué?». Después de comparar varios ejemplos, me decanto por «Estimados Señores de la Universidad de Burgos». Me da igual. No me voy a comer la cabeza.

13:10 : Termino la carta de motivación (al final he decidido añadir «Señores/as»), actualizo un par de detalles del C.V. y copio todos los documentos que necesito imprimir en un pendrive. Me pongo a buscar los títulos que acompañan el C.V.

13:30 : Encuentro el título de la carrera pero no aparecen los papeles de estancia de Erasmus ni las notas. Decido pasar de los títulos, ya los entregaré más adelante si consigo entregar lo esencial hoy.

13:35 : Salgo disparado de casa con la bici.

13:40 : Entro en la copistería del barrio como un forastero atrevido en un bar de vaqueros. Digo: «Siento las prisas, pero tengo unas copias que hacer, sólo si pueden estar en 5 minutos» y le ofrezco el pendrive. La dependiente me mira fíjamente y declara «Me estás pidiendo que no pase el antivirus». Se palpa la tensión y un niño haciendo la croqueta pasa entre nosotros. El tiempo se detiene, pero eso no ayuda. La dependiente decide arriesgarse por el bien de su negocio y toma el pendrive.

13:45 : Se ha imprimido todo, salvo el Currículum. También falta de fotocopiar el DNI. De pronto la máquina se pone a hacer sonidos raros. El Currículum no sale. Hay otros clientes haciendo cola. Entra en la copistería un mensajero con un paquete y prisa. «Todos tenemos prisa», le suelta la dependiente empezando a estar de los nervios. «No te preocupes», digo, «entrego lo que tengo y ya entregaré el Currículum más adelante». La dependienta maldice la tecnología repetidamente. Le propongo reiniciar la fotocopiadora, lo hace y finalmente el Currículum sale imprimido y el DNI fotocopiado.

13:50 : Con los papeles en la boca, vuelo a MACH 3 con la bici, arriesgando mi vida y todas las de los que se me cruzan.

13:55 : Superando, seguro, varios records, paso por la Facultad de Económicas y me dirijo a Derecho, para cruzarla también y llegar al edificio del Registro, edificio nuevo de la Universidad que aglomera todos los servicios y la burocracia.

13:56 : Dejo la bici de mala manera en la calle y entro sudoroso en el Registro. La mujer que atiende está al teléfono. Le enseño los papeles. «¿Dónde tengo que entregar esto?», le pregunto, a lo que me responde: «¿Dónde tienes que entregar esto?».

13:57 : «¿Tienes que entregarlo aquí en el Registro o en la Fundación General de la UBU?». En el papel de la inscripción pone «Fundación Universidad de Burgos» por todos lados, y en la convocatoria ponía que había que entregarlo allí (se me enciende la bombilla). ¡Pero pensaba que la famosa Fundación estaría en el mismo edificio que el resto de Servicios!

13:58 : Por suerte, mientras la mujer del Registro sigue hablando por teléfono, un trabajador que anda por ahí me dice que la famosa «Fundación» está en el edificio de Económicas. ¡Mierda, lo he pasado hace un momento! ¡Tengo que volver! El buen hombre me indica por qué puerta entrar para llegar antes.

13:58 y medio : Se me pincha la rueda trasera al subir un bordillo en la Facultad de Derecho. Aprieto incluso más y hago los últimos 200 metros con la rueda hecha un chicle.

13:59 : Salto prácticamente de la bici e intento abrir la puerta de la Gloria pero ¡ESTÁ CERRADA! Un ángel se aparece y abre con su tarjeta. «¿Buscas la Fundación?», me dice, «Está ahí a la derecha». Me teletransporto «ahí a la derecha» y me encuentro con un laberinto de puertas y carteles, todos diciendo «Fundación Universidad».

14:00 : Llamo compulsivamente a todas las puertas, pero veo que en la mayoría la luz está apagada por dentro. Localizo dónde hay luz y allí llamo con énfasis, y pruebo a abrir, pero está CERRADO. La oficina con luz tiene dos puertas, así que voy a probar la otra, a unos metros de la primera. Llamo, nadie responde. Intento abrir, también cerrada. De pronto abre alguien la otra puerta, y una mujer hablando por teléfono (¿con la del Registro?) se asoma.

14:01 : Le hago señas a la mujer desde el otro lado del pasillo con los papeles. Me ha visto, pero se mete de nuevo en la oficina para defender su fortaleza de mi asedio. ¡Ah del castillo! Me dirijo como un ariete, decidido a derribar la puerta y dejar mis papeles allí sea como sea, cuando una voz detrás mío me para. «¿Qué quieres?». Un hombre acaba de salir de los baños y, en vez de huír, se interesa por mí, ¡albricias! Le explico la situación y me dice que la oficina ya está cerrada, pero que él puede coger los papeles y que se los dará a sus compañeros. Que me llamarán si falta algo.

14:02 : «Perfecto, eso sería perfecto», le digo. Se lo agradezco muchísimo, le digo que me ha pasado de todo para llegar allí (no le cuento la historia porque bastante tiene con su vida, y tampoco me iba a creer), le compro bombones, le regalo un caballo, le ofrezco mi vida y mi servilidad de por vida. Al menos un tercio de lo dicho.

14:03 : Salgo del laberinto de la «Fundación». Victorioso. Creo. El esfuerzo sobrehumano de última hora ha valido la pena.

14:05 : Me alejo a pie, destruido pero contento, llevando mi pobre bici coja, como si del final de una peli de Chaplin se tratase. Pero en lugar de ser en blanco y negro, el sol pega fuerte y los colores brillan mucho. ¿Debería conseguir la beca? ¿La conseguiré? Eso es, definitivamente, otra historia, que no afectará, ni para bien ni para mal, lo que fue esta.

lunes, 1 de julio de 2013

Ecuador del Reto de leer 50 libros en un año



Estamos a mitad de año y, para cumplir regularmente el reto que me planteé a principio de año, debería llevar leídos 25 libros. Sin embargo, sólo llevo 14. En estas últimas semanas he tenido especial mala suerte: he empezado tres libros: unos no he podido terminarlos y el otro no he querido.

Entre los que no he podido terminar está, por un lado, una recopilación de cuentos de Jack London, editada por El País, llamada La quimera del oro, sobre la fiebre del oro en América, especialmente la zona más norte y fría (Canadá y Alaska). Iba por la mitad y me estaba encantando. Me gustó especialmente el relato llamado "Ley de vida". El otro libro lo había sacado de la biblioteca y se titulaba El castillo y fortalezas de Burgos. Lo había sacado en principio sólo para consultar algún dato pero me puse a leérmelo entero y también me tenía enganchado. Por desgracia, ambos desaparecieron junto a la mochila que los llevaba. Esa es la razón de que no haya podido terminarlos. Olvidé la mochila en un sitio público y cuando regresé a por ella no estaba. No tenía en ella nada especialmente de valor para un extraño: sólo esos libros y un puñado de hojas de apuntes personales. Dentro de lo malo, ni tan mal (ya me las arreglaré con la biblioteca, espero que no me salga caro).

El que he decidido dejar de lado sin ninguna pena es Expreso Nova, de William Burroughs, tras leer más de 30 páginas sin enterarme de qué va el asunto. Es muy raro que deje de leer voluntariamente un libro a medias. Suelo querer zampármelos enteros incluso aunque sean malos, mediocres, o no me estén gustando. Pero también quiero leer a gusto y para ello desechar una lectura porque no te convence me parece un buen hábito para mantener frescas las ganas. Y desde luego, cada vez me apetece menos leer cosas que me hagan sentir que estoy perdiendo el tiempo.

Por lo demás, vuelvo a la caza de nuevos libros. Tengo una buena lista de algunos que quiero leer, pero acepto sugerencias. ¿Cuáles son vuestros libros favoritos? ¿Alguna recomendación en especial?

(Imagen vía este blog)

Leo, Eugenia y volar [Relato]

Leo no me dejaba en paz. Las ruedas de los trenes que entraban en la estación chirriaban para frenar. Cuando el horizonte cayó, intentábamos dormir. Leo me susurraba: "Queriendo a una persona, ¿serías capaz de renunciar a ella si de eso dependiera su felicidad?" Déjame en paz, Luis Leonardo Jiménez, hijo del butanero y su chingada. Chucuchú-chucuchú: tren llega, tren sale. La estación se va derrumbando sin prisa y sin pausa. "Me gustaría probar la gravedad cero, en uno de esos aviones..." Sí, sí, sí, lo que quieras, Leo. "Quizás me baste con ahorrar durante un año". Si el techo se derrumba sobre ti, es un buen momento para respirar aire puro, que venga del viento. ¡Fiuuuu...! El tren volador. En la India, está permitido montar sin pagar si el tren ya está en marcha. Aquí es casi imposible subirse a un tren en marcha. "En el espacio uno es más alto: las vértebras se separan y creces unos centímetros". Aunque yo nunca lo he intentado. Leo cree que estoy enamorado de Eugenia sólo porque me acosté con ella. Él dice que se enamoró de la prostituta con la que perdió la virginidad. Leo, el idiota, se tatuó su "nombre" en el brazo: Yazmina. Ya nadie grita "¡Pasajeros al tren!". No la volvió a ver.
         Nunca he sabido si que Eugenia me guste significa estar enamorado. Un oficinista sentado en una piedra, si no se indigna, es raro. Pero puede ser un oficinista hippie. Los raíles son una metáfora de la vida: es un camino, se pierde en el horizonte, no se sabe dónde acaban y pocos saben cuándo pasa el tren que deben coger. Pensando en Leo y Eugenia, dormí finalmente.
         Al despertar, como de costumbre, un profundo TUUUT-TUUUUUUUUT. De un salto, cogí papel y boli y escribí lo que acababa de soñar: "Veleta con forma de gallo. Chirriaba". A veces es imposible recordar. Yo, por ejemplo, no recuerdo qué cosas he olvidado. Un paseo por los desarbolados alrededores y poder escuchar pájaros piando. Dios da de comer a las aves, los animales sólo trabajan en circos y zoos. Las curvas de Eugenia. Cuando la odio es cuando más me gusta. Carne. Calor. Giros. Jadeos. Brisa helada. Escalofrío. Los ojos de Eugenia mirando hacia otro lugar. La lengua de Eugenia humedeciendo su labio inferior. Escalofrío. Coger un tren. Viajar, dormir, despertar. Traqueteo. Ventanilla. Leo y Eugenia. Leo gritando: "¡Está ahí, ahí está!". Eugenia abrazándome. Eugenia en mi boca, yo respondiendo, ausente. Aquí están mis alas y aquí está mi lastre. La primera noche volamos. Luego hubo un bombardeo y entonces volé con sus amigas.
         Con la paz, el tiempo se hizo infinito junto a Leo y Eugenia. Un beso en la mejilla, para ti, Eugenia. El beso con más amor. Adiós, me voy a volar por mi cuenta.


Escribí este relato hace varios años, influenciado por Tiempo de silencio, de  Luis Martín-Santos. Lo he recordado leyendo Expreso Nova, de William Burroughs (que he decidido dejar).