domingo, 30 de diciembre de 2012

Dos palabras

Desde que he retomado este blog he indagado en Internet bastante más que de costumbre sobre temas relacionados con la escritura. De alguna forma (imagino que por su buena gestión en los etiquetados y los temas), he terminado reencontrándome, siempre por diferentes caminos, reiteradamente con el blog Tinta al sol, que trata, entre otros, temas relacionados especialmente con el escribir mejor, la motivación del escritor, consejos para la profesionalización de la escritura, etcétera (es muy recomendable, por cierto).

Estos días, preparando una entrada sobre decálogos de escritores, terminé recayendo allí también, en esta entrada en concreto: "Enlaces al sol II: Desbloquear el bloqueo del escritor". Aunque soy escéptico en cuanto a los métodos "mágicos" para deshacer un bloqueo (aunque más "mágico" es esperar que el bloqueo pase sin intentar hacer algo al respecto), quise probar el segundo enlace que mencionaba, una página web que te daba sesenta segundos para escribir rápidamente lo que te sugiriera una palabra propuesta (OneWord). En lo que no había caído es que, al igual que el título de la página, la palabra propuesta sería en inglés, ¡claro! Pero ya puesto, lo intenté, y esto es lo que salió. La palabra era Soil (tierra), y al estar directamente en inglés me salió escribir en inglés, aunque, obviamente, no lo pude hacer con la fluidez que habría podido en español.

Esto es lo que escribí en esos sesenta segundos:

I can’t think of anything else. You’ll be mine, but not that way. Would you come with me? Are you still there? I never ment to bury you, sorry.
 Traducido:
No puedo pensar en nada más. Serás mía, pero no así. ¿Vendrías conmigo? ¿Estás todavía ahí? Nunca quise enterrarte, lo siento. 
Creo que empecé a escribir sin pensar siquiera en la palabra. Sabiendo que tenía una cuenta atrás (los 60 segundos) ni me dio tiempo a pensar realmente qué significaba "soil" hasta unos segundos después. De hecho, intenté traducirla mentalmente por una palabra en español y, aunque sabía lo que significaba, no daba con una palabra "concreta". Pensaba en suelo de agricultura, tierra para plantas, pero también la idea del aceite me venía a la cabeza, seguramente por el parecido de soil y oil. Así que no fue hasta la última frase cuando introduje el elemento soil. Pero al releerlo parecía que se le podía encontrar sentido y todo, y así lo dejé, a pesar de que aún me quedaban unos quince segundos. Aparentemente, un minuto da para escribir mucho más de lo que parece, sobre todo si no lo piensas (y para mucho más si escribes sobre lo que has pensado mucho anteriormente).

Hoy he vuelto a probar y la palabra era Officers. En lugar de pensar en el cuerpo de policía, que habría sido lo más común, he pensado en oficinistas o funcionarios, algo que seguro que tiene que ver con que últimamente he estado viendo The Office. Creo que la acepción es válida también. He escrito esta escueta línea:

Laughts. Shut up. Hide a half-smile. I came to do this. Sure, there. Here? Yes, but later, now there.
Mi traducción:
Risas. Calla. Esconde una media sonrisa. He venido a hacer esto. Claro, ahí. ¿Aquí? Sí, pero luego, ahora allí.
Después de publicar tus palabras te muestran qué han escrito otros antes que tú sobre esa misma palabra (Por ejemplo). En ese sentido éste lugar me parece interesante como un experimento lingüístico y social, donde podría estudiarse qué palabras, concepciones e ideas gravitan más sobre qué palabras. Porque echando un vistazo por encima se nota que ciertas variables se repiten (y algunos incluso parecen limitarse a dar una definición del objeto propuesto).

Como un pasatiempo curioso lo catalogo y ahí lo dejo, manteniendo mi escepticismo sobre que esta técnica (u otras que consisten en forzar la escritura) tengan efectividad para superar los bloqueos del escritor (lo cual no quiere decir que dichas técnicas sean inútiles o repudiables, en absoluto; cuando menos, siempre servirán para practicar). Pero este tema espero desarrollarlo más adelante en una entrada aparte.

No puedo negar que, al menos, me ha servido hoy para cumplir con mi propuesta personal de actualizar este blog cada dos días.

PENDIENTE DE ESCRIBIR:
Sobre el bloqueo del escritor.

viernes, 28 de diciembre de 2012

El lector compulsivo

Leer, quemar; leer, quemar; leer, quemar. El lector compulsivo lee al modo que los guerreros hunos conquistaban: todo lo que se le pone por delante, dejándolo todo muerto detrás. Los libros que aún no ha leído brillan, los que lee se apagan, en su memoria sus títulos se vuelven una ceniza que evitar. Leer, quemar; leer, quemar; leer, quemar. Lee rápido, pues las llamas se comen los libros tras sus ojos. Leer, quemar. Termina de leer todos los libros de casa y sale a buscar más libros, sus llamas reclaman más páginas, siempre más. Leer, quemar; leer, quemar.

Se dirige a la biblioteca. No le importa dejar su casa ardiendo.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Cabeza buque: 2. El despertar


Nada más despertarme no noté nada. Remoloneé un rato mientras me desperezaba e intenté levantarme. No pude. Mi cabeza me lo impedía. En realidad ya no era mi cabeza, o sí, quizás siempre lo fue y nunca me había dado cuenta, ¡pero no! ¡Desperté patentemente desorientado y extrañado por mi deforme testa! De alguna forma, haciendo fuerza y contorsionándome, conseguí levantarme. Me miré al espejo pero no encontré mi propia mirada, sino unas incisivas tablas ordenadas sobre mi cuello, formando (deformando) un amplio bote. El susto no fue mayúsculo porque aún no había despertado del todo. "El sueño", me dije, "pero esto no es un sueño". Claro que no era un sueño. Las cosas estaban duras, bien caídas en su sitio, se podían oler.


sábado, 22 de diciembre de 2012

La desventura de Nick Best #1


Nick Best se subió los cuellos de la gabardina y encendió la pipa. Llevaba toda la vida esperando poder hacer algo tan guay. Se encontraba además en el escenario perfecto. A su espalda, la esquina de un destartalado edificio le hacía sombra. Enfrente, un sencillo puente sobrevolaba las aguas agitadas del río. Nick Best no pudo evitar hacer un gesto que para él era de agradecimiento con la cabeza. Agradeció para sí mismo el apellido de sus antepasados, Best, y el nombre que su madre había elegido, Nick. Por fin iba a poder hacer justicia a un nombre tan sonoro.

Nick Best no tenía consciencia de cómo había llegado allí, ni recordaba dónde había conseguido la gabardina, ni sabía desde cuándo fumaba en pipa. Sabía que era la primera vez que se encontraba en esas circunstancias, y era suficiente. Pensó que quizás la excitación le hacía olvidarse de los detalles anteriores a ese instante. Estaba entusiasmado por la escena, de la que tan bien formaba parte, pero sabía que debía disimular su agitación si no quería desarmarla.

Esperaba. No sabía el qué, pero sabía que lo sabría cuando aquello llegara. Tosió. Quizás era la primera vez que fumaba en pipa. Permaneció resguardado por el oscuro edificio unos minutos, hasta que uno de los vecinos le vio por tercera vez, entonces Nick Best decidió que su presencia podría resultar sospechosa. Cruzó la carretera y se apoyó en el puente, mirando las turbulentas aguas terrosas bajar con fuerza. Miró a la esquina desgastada en la que había estado esperando. No parecía haber nada nuevo allí. Volvió a pensar en el río, y vio cómo un árbol pequeño era arrastrado inexorablemente por las aguas marrones, a pesar de tropezar más de una vez con las orillas, como si, aunque lo intentara, no pudiera agarrarse a algo sólido y parar. Mientras el árbol desaparecía de su vista, pensó: "Dejarse llevar". Sintió el impulso de volver a mirar a la oscura esquina y vio que alguien lo miraba desde allí. Su figura le impresionó. Volvió a mirar al río, tragó saliva y anduvo hasta ella.
-Nick Best -dijo él tendiéndole la mano-. ¿Me esperaba?
-Megan Train -dijo ella dándole un escueto apretón de manos-. Usted me esperaba a mí.


miércoles, 19 de diciembre de 2012

Planes tras la hecatombe

No importa cómo nos pille, antes del fin del mundo haremos lo de siempre; será como cualquier otro apocalipsis diario. La verdadera cuestión es, ¿qué hacer tras la catástrofe? ¿Tendrán sentido -y destinatario- nuestros proyectos? ¿Nos volveremos a hacer la cama? ¿Tendremos tiempo -por fin- para ordenar la habitación? ¿O estará todo tan destruido que la única opción que nos quedará será la de medrar y avanzar? Un mundo en el que ni siquiera ser capaces de mantenernos en una resguardada mediocridad. Mejorar, como única vía, por no haber nada empeorable. ¿Por qué no hacer propósitos como los de año nuevo pero más radicales: propósitos de mundo nuevo?

¿Y si el fin del mundo se queda a medias, destrucción inclusive, y se forma una amalgama extraña de caos y orden, futuro y prehistoria? ¿Y si el mundo después del mundo no es tan diferente a este? Quizá tengamos que echarlo entero abajo, pese a todo, para poder reconstruirlo adecuadamente.

lunes, 17 de diciembre de 2012

La eternidad contenida


El mayor pecado es perder el tiempo. No se puede perder el tiempo, se repetía. Hay que hacer algo, siempre hacer algo. Nunca dejar de hacer. Siempre sacar provecho. Dejar de hacer es morir. Esperar es suicidarse, mirar es matar. Llegó a la parada de autobús. Cuatro minutos para el próximo autobús, decía el letrero electrónico. Cuatro minutos. Esperar es morir, no pudo evitar pensar; pero no pasaba nada, siempre llevaba encima su particular bombona de oxígeno, su panacea, su remedio a las múltiples muertes que acechaban en el día a día: un libro. Siempre un libro en el amplio bolsillo interior del abrigo. Metió la mano, palpó, se echó las manos al resto de bolsillos, incluso a los más inverosímiles. El desastre. El vacío, la nada. El monstruo: la quietud. Cuatro minutos. Todavía, y por siempre, cuatro minutos.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Cabeza buque: 1. Los sueños


Empecé soñando con serpientes. Cuando me despertaba en mitad del sueño me revolvía y saltaba de la cama temiendo que las serpientes estuvieran entre mis sábanas. No eran pesadillas hasta que me despertaba. Pero cuando me despertaba nunca había serpientes en la cama, claro. Eran sueños recurrentes, pero fueron mutando poco a poco. Primero soñaba tan sólo con serpientes, a mi alrededor, por todas partes. Luego las serpientes estaban en un mar, y era más difícil escapar. Una noche soñé de nuevo con el mar de serpientes, pero esta vez yo estaba en un bote, a salvo de ellas. Este sueño se repitió varias veces, y en algunas ocasiones en el sueño me tendía en el bote y así no veía a las serpientes, aunque sabía que seguían allí. Por fin una noche las serpientes desaparecieron. El mar y el bote permanecieron. Así, tuve una temporada de sueños tranquilos en los que me dedicaba a flotar tumbado, relajado, en el bote. En el último sueño que tuve ya no había mar. Sólo estaba yo, de pie en ninguna parte, y en lugar de mi cabeza tenía el bote, a modo de sombrero. No volví a soñar. Así comenzó la verdadera pesadilla.

jueves, 13 de diciembre de 2012

¿Por dónde cortamos, doctor?

(En esta entrada hablo de la trama de El hobbit. Si no quieres saber nada antes de ver la película o leer el libro, mejor no la leas. Si te da igual conocer algunos detalles de antemano, adelante. Si ya conoces la historia, eres el candidato ideal para entenderlo mejor)

Mañana se estrena El hobbit y me gustaría predecir cómo termina. O mejor, dónde.

Como comenté anteriormente, quería releer El hobbit antes de que saliera la película, y eso he estado haciendo. No lo he terminado todavía, pero creo estar seguro de que ya he leído más de lo que contará esta primera película. He terminado el capítulo siete, "Queer Lodgings", en el que los protagonistas conocen a Beorn y parten hacia el Bosque Negro (Mirkwood).

Así han pintado la entrada al Bosque Negro

Hagamos matemáticas elementales: la novela tiene 19 capítulos, Peter Jackson quiere hacer tres películas. 19 entre 3 igual a 6'33, como cualquiera calcula rápidamente. Pero claro, en la literatura las lógicas matemáticas son mucho más raras que en la aritmética. Y además Jackson nos ha mareado: en principio iba a hacer dos películas, de pronto serán tres.

Partamos (es decir, vayamos por partes): si se tratara de dividir El hobbit en dos, yo creo que la primera película terminaría en el momento en que los catorce huyen de los elfos del bosque río abajo, metidos en barriles. Traspasar el Bosque Negro les supone una hazaña considerable. Además, tras huir de las arañas se encuentran con los elfos del bosque, que lejos de ayudarles, les apresan. Esto, desde el punto de vista del guión cinematográfico, podría ser un giro de guión interesante para hacer ese final (con la postrera escapada) más épico.

Algo así imaginaba yo el Bosque Negro


Pero no serán dos, sino tres. ¿Qué quiere añadir Jackson y dónde? En esta cuestión se ceban las especulaciones. En mi caso, que no tengo tanto conocimiento del mundo tolkiano, ignoraré esas posibles subtramas y alargamientos; creo que no me harán falta para aventurar suposiciones sobre el final de esta primera película.

Entonces, ¿donde debería terminar esta primera parte de la nueva trilogía? ¿Cuando la compañía está entrando en el Bosque Negro? ¿O antes, a punto de conocer a Beorn? ¿O antes, recién rescatados por el Rey de las Águilas y sus vasallos? ¿O todavía antes, una vez han salido de las Montañas Nubladas escapando de los trasgos? Y sobre todo, ¿por qué debería acabar donde sea que acabe?

Mi apuesta por el momento exacto del final de la película la razono por descarte. O, como suena mejor, a lo Sherlock Holmes, con el método deductivo. El método consiste, para quien lo desconozca, en que, eliminando todas las demás posibilidades lógicas, la conclusión a la que se llega, por increíble o extraña que parezca, debe ser por tanto la verdadera. De nuevo, la lógica literaria (y la comercial, que también influye en este caso) no es fácil de dominar, pero pese a todo aventuraré un razonamiento al respecto. Entonces:

Un gran oso negro. Como Beorn a ratos.

1) Debe ser antes de conocer a Beorn. El episodio de Beorn es muy tranquilo, y contiene un aspecto muy importante: la presentación de los enanos. Gandalf, para que Beorn no se sienta avasallado, entra sólo con Bilbo a su casa y mientras le cuenta a Beorn las aventuras que han vivido hasta el momento, va introduciendo poco a poco y de dos en dos a los enanos. Creo que este capítulo es muy conveniente para una segunda parte. Se vuelven a presentar a todos los personajes (especialmente a los enanos, que son unos cuantos y de características muy similares) y se hace una pequeña recapitulación de las aventuras anteriores. ¿Lo empleará Jackson como insinúo? Yo apuesto porque sí, aunque seguramente de una forma bien sutil.

2) Dudo bastante que sea cuando han sido salvados por las águilas. Es un momento de alivio, sí, y creo que Jackson no es de cortar en mitad de la acción (por eso no lo haría cuando los protagonistas están atrapados por las llamas, los wargos y los trasgos en las copas de unos árboles). Pero es un momento demasiado "chof", otra aventura que no añade nada al tejido general de la historia principal. Sólo hay un pero: si los guionistas quisieran que las águilas aparezcan en la primera película para que sean "viejos conocidos" cuando vuelvan a aparecer ayudando en la Batalla de los Cinco Ejércitos. Pero no lo veo una razón de suficiente peso como para que modifique esa decisión. Además, este rescate podría estar bien como aventura introductoria en la segunda película.

3) Por fin, de acuerdo a la regla imaginaria que he dado por hecho (que Jackson no cortará en mitad de una aventura), no creo que el final sea antes de que Gandalf, los enanos y Bilbo hayan escapado de las cavernas de los trasgos en las Montañas Nubladas. Por tanto, tendrá que ser después. Esa es mi apuesta. Bilbo ha conseguido ya el anillo. Gandalf y los enanos han salido ya de las cuevas y Gandalf intenta convencer a los cabezotas medio metro de que vuelvan a rescatar al "ladrón". De pronto, tacháaan, Bilbo aparece de la nada (con ayuda de su nuevo amigo mágico) y con toda la gloria y el nuevo respeto y reconocimiento de los barbudos al hogareño hobbit cerramos la película.

Con la lógica que he expuesto (basada sobre todo en aspectos narrativos, como se ha podido notar), creo que ese sería el momento más narrativamente razonable para terminar esta primera película. Claro que Jackson y compañía seguro que saben más y manejan otras tantas variables que desconozco, pero dentro de poco podré ver cómo de acertado o equivocado estaba. Y si me equivocaba, tendré que replantearme por qué. Pero por el momento soy feliz pensando que lo sé todo.

martes, 11 de diciembre de 2012

Apocalipsis diario

El día en que se acabe el mundo no será más dramático que cualquier otro día. Todos los días se acaba el mundo*. Es tan trágico o intrascendental como queramos que sea. Así que el día en que se acabe el mundo lloraremos lo que habituamos, sea mucho, sea nada.


*Sí.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Teoría Particular de Estilística General

[Me siento atrevido, y como tengo comprobado que este estado se asocia con frecuencia a altos grados de ignorancia, me disculpo antes de nada por si estoy pecando de ignorante. De atrevido no me importa pecar. Soy muy de irme por las ramas, pero también bastante dado a empezar por las raíces. Ejemplo práctico:]

Entiendo que hayamos desarrollado el concepto de "mente", porque muchas veces las ideas que recibimos de nuestro cerebro parecen venir de un lugar ajeno a nosotros. Uno puede haber reflexionado un tiempo sobre un 'algo' de forma dispersa y amorfa, pero de pronto un día, un pensamiento que parece perfectamente delineado, compacto y definido, cae materializado del abstracto éter. Y uno no se explica de dónde viene esta iluminación, ni a qué. O quizás todo es mucho más simple y nuestra mente (hablo de la mía, claro, pero incluyo las vuestras en un acto de generosa comparación) necesita catalogar todo lo que puede en bloques bien aparentes.

Por alguna razón me imagino el éter azul

Al grano: un día sin más ni más me vino envuelta y decorada para regalo esta clasificación general de los estilos a la hora de escribir. Me gustaría haberla sometido a un proceso crítico e incluso científico (si tal cosa existe en los corrillos literarios) antes de presentarla, pero como no he sido capaz de hacer tal cosa, la transcribo como mejor se me ocurre. Tampoco espero que convulsione el mundo de la crítica literaria (por desgracia).

Se trata de lo siguiente, cuatro bloques sin nombres comerciales (salvo el de 'bestseller', pero es robado), que categorizan en grado ascendente (según descienden) las etapas que considero que un escritor atraviesa normalmente desde el pardilleo hasta hacerse con una voz verdaderamente propia y distinta, o convertirse, como lo he querido definir, en "Autor, con mayúscula".

HE AQUÍ UN BREVE RESUMEN:


Estilo Intrínseco

El escritor, libre o librado de referentes estilísticos escribe, sencillamente, lo que le da la gana y como le da la gana. Es una escritura visceral, altamente subjetiva, puede ser patética, aberrante, vergonzosa, surrealista, pobre, vulgar, aburrida. Pero también todo lo contrario. Se caracteriza porque una de las últimas preocupaciones del escritor en este punto es el posible lector. Al menos un lector que no sea él mismo. Sus pretensiones son mínimas, por no decir nulas.

Creo que es un estilo menos común de lo que se puede pensar, ya que desde los albores de nuestra alfabetización somos guiados a escribir de una determinada forma pensando en un determinado recipiente del texto. Es normal, al fin y al cabo, pues la escritura se entiende como un medio de comunicación con otros. Pero en este bloque se está señalando más bien el estilo más descarnado que puede fraguar una persona para comunicarse consigo misma. Considero también que los que más adelante nombro como "Autores con mayúscula" son capaces de beber mucho de esta etapa, llegando incluso simularla.

En esta etapa se materializa la literatura más pura, pero también la más ilegible.


Estilo Bestseller

Cualquiera puede escribir un bestseller. En realidad no, pero a efectos prácticos sí. Lo reformularé: cualquiera puede escribir como en un bestseller. ¿Qué quiero decir? Lógicamente, por bestseller entiendo este género (porque ya parece serlo) en el que principalmente abunda la acción. Pero a lo que me refiero en este bloque por "bestseller" es a prácticamente toda escritura bien moldeada y masticada por el autor para deleite de sus lectores, de forma que él mismo, en mayor o menor medida, se ve diluido (que no oculto) en el texto hasta, quizá, desaparecer. Aquí se incluye cualquier tipo de escritura, sea clara o intrincada, que aspira a ser ideal para un amplio abanico de lectores objetivo. Pero no por dicha aspiración, sino por emplear un estilo altamente socializado (influido y aprobado por corrientes de pensamiento más o menos generalizadas en la sociedad).

Se caracteriza, como he señalado arriba, por la ausencia de la voz única del escritor como individuo (ya sea porque la oculta, no la conoce, o -terrible caso- no la tiene).

Por alguna razón me imagino los best sellers rojos


Estilo Mixto

Estoy notando que esta catalogación parece atender principalmente al control íntimo que hace el escritor de sus textos y a su singularidad respecto al resto. Este estilo es, como su nombre indica, una mezcla de los otros. De todos los demás, el último inclusive. El autor conoce bastante bien su propia voz, y sigue explorándola y educándola. Pero también tiene un conveniente saber sobre otros estilos, otras voces, y es capaz de adaptarse al medio (entiéndase 'medio' por grupo de textos de similares características, puede ser también un género), al que decide adscribirse en, al menos, una justa medida. Pero dejando tan clara como puede su propia impronta.

Es el que más me cuesta definir porque se define a través de los otros, más que por sí mismo. Sus características propias son las ajenas. Tiene un tanto de libertad expresiva, otro de subyugación necesaria a la maquinaria externa, otro tanto de brillantez. Al igual que en la genética, la fusión suele ser atractiva.

La mayoría de los buenos escritores (que no los superlativos) encajarían en esta división. [Aunque no exclusivamente, ver nota final]


Estilo de Autor con mayúscula

Si tienes conocimientos de literatura y lo lees, te das cuenta. Es el estilo Todopoderoso. Único. Inimitable, por más copias que se hagan. La línea aparente que lo separa del anterior descrito, el Estilo Mixto, puede ser nimia, y sin embargo el salto es enorme. El escritor sabe todo lo que tiene que saber para camuflarse de otros escritores, pero, mucho más allá de esto, crea (si la creación es posible) su propia ordenación del mundo, de la lengua, de la literatura. Le caracteriza su propia piel, libre de vestimentas impuestas, desnuda e íntima, pero también curtida por el tiempo, y el conocimiento, y remendada por sí mismo tantas veces como fuera necesario.

Es el estilo más arduo de alcanzar y dominar. Implica ser consciente y conocedor de prácticamente casi todo lo que existe (que es muchísimo) y, pese a ello, ser capaz de reinventarlo reinventándose a uno mismo.

Es el estilo de la genialidad.

Por alguna razón asocio el genio al verde



NOTA FINAL

Aunque lo parezca, esta no es necesariamente una relación ni de calidades ni de posibilidades comerciales (aunque el orden tiene reminiscencias de lo que considero calidad según este sistema de medidas). Uno que escriba en un Estilo Intrínseco puede estar escribiendo algo tan genial como uno que lo esté haciendo en Estilo de Autor con mayúscula, aunque sin ser consciente de ello ni tener el control del bagaje con el que lo hace. También alguien practicando el Estilo Mixto puede vomitar algo que parezca una señora mierda porque su voz es terrible, o su enfoque hacia las expectativas de su lector erradas, etc. Así como un texto en Estilo Bestseller no tiene -ni mucho menos- por qué ser más popular, entre otras cosas porque, precisamente, textos de corte similar abundan a patadas. Las relaciones entre ellos son complicadas, y desde luego no las voy a abordar en esta entrada (y quizás nunca, quién sabe, por el bien de la humanidad).

Cualquier revisión crítica será bienvenida.


sábado, 8 de diciembre de 2012

Todos los días se acaba el mundo

El transcurso de un día puede contener toda historia.
Creación; vida y sublimación; muerte y degradación; y destrucción.
Cualquier día es recipiente de toda consciencia, y su dolor, o toda inconsciencia y su alegría.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

La poesía de "El hobito" en inglés

Tengo muy claro que un libro entra en mis favoritos cuando, una vez lo he terminado, me digo: "Me gustaría volver a leerlo algún día". Puede parecer algo baladí, pero considerando que soy muy celoso de mi tiempo y que quiero leerme todos los libros del mundo, hacer tal afirmación no suele ser nada común. Como soy un gran lector de bibliotecas, esos libros generalmente no me pertenecen, pero pasan a formar parte de mi lista de libros que adquirir tarde o temprano, porque sé que llegado el momento les sacaré partido de verdad. El fenómeno de la relectura es algo que me fascina y sobre el que algún día tendré que pararme con más detenimiento, pero ahora quiero centrarme en uno de esos libros que soy capaz de leer una y otra vez: El hobbit.

Entre tocho y tocho Tolkien hacía acuarelas

Pues sí, mi historia con la saga de El Señor de los Anillos se remonta a eras oscuras, y es turbia (pese a mi habitual incapacidad para dejar un libro a medias no pude terminar Las dos torres), pero cuando El hobbit cayó en mis manos pude por fin introducirme con facilidad en aquel fantástico mundo de fantasía (aquí casi tengo un pleonasmo, del gusto).

Años después tengo más que oído lo de que "El hobbit es una lectura infantil, está escrito para niños", pero en aquel primer encuentro con este libro me enfrenté, ya desde antes de abrirlo, con un libro de apariencia bien adulta. Lo recuerdo de tapas duras, marrón oscuro, ajado y desgastado, cubierta despejada y con el nombre sólo en el lomo. Lo recuerdo grande y místico como una biblia. Una visión muy alejada de la que mucho más tarde (es decir, hace bien poco) descubrí que había sido su primera edición en español: un ejemplar titulado El hobito (donde los trolls eran llamados enanos, y los enanos, gnomos, y otros líos).

A mí me hace risa
(el de la izquierda es Gandalf)

Leí El hobbit con mucho gusto y como si de la épica más prestigiosa se tratara. Pasó a ser uno de mis favoritos. Lo leí un par de veces de prestado, y leí otro par de veces una versión muy buena en comic. Por fin, el curso pasado, que estuve en Inglaterra, conseguí hacerme con una versión original, que confiaba ser capaz de leer. ¡Y eso estoy haciendo ahora! Se acercan las fechas de estreno de la película de Peter Jackson y quería tener una última lectura íntima antes de que la maquinaria cinematográfica me grabe sus imágenes a fuego y no pueda deslindarlas de mis próximas lecturas (me encantan las adaptaciones de cine, pero ¡qué gran drama que éstas acaparen la imaginería de la ficción literaria!).


Una fiel imagen del episodio de "Acertijos en la oscuridad"
(o una burda excusa para amenizar con imágenes)

Y hasta ahí la introducción de lo que quería hablar (¡que no! [y sí (pero no [bueno...])]).

En esta nueva relectura (¿he alcanzado ahora el pleonasmo, cariño?) he disfrutado lo que nunca antes: las canciones de los elfos y los enanos. ¿Será la rima, el ritmo? Lo que sea. Lo que en la versión española leía por compromiso (el compromiso tácito de leer de cabo a rabo), ya que me resultaba más bien innecesariamente decorativo, en su original inglés puedo disfrutarlo por su musicalidad y armonía. Imagino que todos coincidimos en las bondades de los originales frente a las traducciones, y aunque la traducción me parece un "mal" terriblemente necesario, en esta ocasión no puedo hacer menos que alegrarme de disfrutar el original. No soy capaz de explicarlo mucho más, tan solo puedo limitarme a transcribir un ejemplo, que será más ilustrativo que mis disertaciones:

Original:
O! Will you be staying,
Or will you be flying?
Your ponies are straying!
The daylight is dying!
To fly would be folly,
To stay would be jolly!
And listen and hark
Till the end of the dark
To our tune.
Ha ha!

(Una) Traducción:
¡Oh! ¿Aquí os quedareis,
o en seguida os iréis?
¡Se extravían los poneys!
¡La luz del día muere!
Sería malo irse;
mucho mejor quedarse,
y escuchar y atender
hasta el fin de la noche
nuestro canto.
¡Ja! ¡Ja!

Las traducciones siempre plantean muchas preguntas (no me extrañaría que suelan enfrentar el contenido con la forma). En este caso la cuestión principal es: qué hacer, ¿preservar el mensaje con precisión -palabra por palabra-, o buscar imitar el tono y la rima? La respuesta que se da aquí es lógica y conservadora: mantener las palabras. La otra opción implica una dificultad mucho mayor (con grandes dosis de creatividad), y además un riesgo: el alejarse del propósito original del autor.

La materia de la traducción da para muchos volúmenes. De momento vuelvo a las canciones de arriba y me pregunto, ¿cuánto se nota el cambio, y en qué?

lunes, 3 de diciembre de 2012

Paranoia polaca al menos una vez en la vida

La noche pasada me hice amigo de un grupo de polacos erasmus. Me caían muy bien, pero en el servicio, donde es habitual oír conversaciones ajenas, descubrí que en realidad eran alienígenas que querían acabar con la humanidad (o al menos con la universidad, no estoy seguro). Así que, aunque me seguían cayendo bien, tenía que decir a mis amigos que los polacos eran aliens malos para hacer algo al respecto, pero mis amigos se metieron en una clase llena de gente, así que ahora tenía que convencer a todos los presentes. Antes de entrar en la clase una profesora me dijo: "No es para tanto, todos tenemos una paranoia depresiva con los polacos al menos una vez en la vida". Supongo que quería decir "paranoia conspiratoria", pero dijo "depresiva".

Ya una vez en la clase, y tras decidir que no podía decirle a la gente directamente que sabía que los polacos eran extraterrestres, les planteé a los alumnos una pregunta a modo de asignatura extraña: "¿Qué haríais en caso de que los extraterrestres se infiltraran entre nosotros?". Como nadie respondía, intenté empezar de otra manera: "Mirad", les dije, "yo no soy muy de alienígenas ni nada, pero...". En ese momento uno de los oyentes, que era precisamente uno de mis amigos, me interrumpió: "¿Cómo que no? ¡Si te encantan!". "Sí, sí", reafirmó otra persona, "¡y los viajes en el tiempo!". Estaban minando mi argumentación casi antes de empezarla. No pude aguantar más, y pasando totalmente por alto el hecho de que me considerarían loco, se lo grité: ¡Los polacos son extraterrestres!


Supuesto lugar de procedencia de los polacos


Por extraño que parezca, nadie me creyó (siempre hay por lo menos un alguien dispuesto a creer, ¿no es así?). En ese momento entendí a tantos que habían sido considerados locos por sus increíbles declaraciones, y les compadecí. Sin embargo yo no soy capaz de enfrentarme a la sociedad con lo que yo mismo reconocía como ideas absurdas y sin contrastar. Así que pronto emborroné mis extraños recuerdos y volví al redil de la realidad pactada. Presenté aquella historia como un sueño, y hasta la escribí en Internet para mis amigos, como algo gracioso. Pero entonces más de uno comenzó a decir que ellos también habían notado algo alienígena en los polacos. Y eso sí que me fastidia, porque ahora no puedo dejar de pensar que, cada vez que hablan en ese idioma inteligible, los polacos pueden estar tramando algo, mientras yo, y otros, que en el fondo sabemos la verdad de lo que son y lo que quieren, no hacemos nada por evitarlo.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Ni borrón ni cuenta nueva


Hace más de tres años que escribí la última entrada en este blog. Estuve atándome los cordones. Me consta que el mundo ha llorado su ausencia. En realidad no. Lo sé, lo sé, lo sé.

Ni siquiera yo lo he echado de menos. En general, ni lo había sabido utilizar (o lo había utilizado conscientemente a mi apetencia, caóticamente, sin aspirar a una mínima estructura o discurso). He vuelto con unas ganas algo más concretas, pero todavía dispersas. Las ganas que tengo son de escribir sobre escribir, y sobre leer, y sobre escuchar, y sobre escupir. Lo noto mucho al escribir, sobre todo algo como esta misma entrada: soy caótico, desordenado, despistado. Necesito de una concentración extrema para articular las ideas con una cierta coherencia. Y aunque suene paradójico, no suelo ser capaz de concentrarme si no hay algo que me desconcentre. Por ejemplo, la música es una constante que ha de acompañarme de fondo, aunque sea muy suavemente, para poder ponerme al tajo de redactar. De alguna forma ese sonido es parte estructural del entorno. Su función es sostener mi atención de una forma parecida a la que la mesa sostiene el ordenador o la silla mi culo y compañía.

Pues lo dicho: tiendo a irme por las ramas, o a saltar de unas a otras al azar. Pero ahora me apetece escribir un humilde árbol y regarlo con cierta frecuencia. ¿Perseverarán mis intenciones o lo hará, por contra, mi naturaleza?

Resumiendo: que quiero volver a las andadas, con el probable lavado de cara, lengua y cabeza que el tiempo ha operado en mí.
Sé (o creo saber) lo siguiente:
 -Que los blogs ya no tienen la actualidad solían.
 -Que los hay de este estilo (el de "autor" que pone lo que le da la gana sin atenerse a ningún campo, especialidad o tema en concreto) a patadas, llenos de grandes y buenas intenciones y abandonados tarde o temprano a la espera de una improbable resurrección. Su muerte definitiva es en general, de hecho, una mayor alegría que su resurrección, ya que su calidad suele ser pésima (y ya tenemos basura más que suficiente para ahogar a trescientas generaciones).
 -Por tanto, que este blog, inscrito en el modelo arriba descrito, es altamente prescindible.
 -Que un blog que no se lee no se sostiene.

Y pese a todo he decidido decantarme por la senda árida, sucia, fea y hasta malvada: mejor escribir basura innecesaria que nada. Y no empiezo un nuevo blog, aunque crea que lo que viene a continuación tiene poco que ver con lo que esto fue. Y no elimino ni desapruebo las entradas anteriores a esta. No hago ni borrón ni cuenta nueva, aunque a efectos prácticos sí lo esté haciendo.